El teatro en la independencia

22 I.(. nozcan que ~avernos 8preciar lM virtudes en los hombres. sea el que sea el lugar de su 11-8.cimien· to, y que solo detestamos á aque– llos que alientan unas- almas fe. rinas y se complacen en destruir la hu manidad . Ros. ¡ Que hombres tao tercos ! ¿no podian haber vivido con nosotros como hermanos, mere– ciendo todo nuestro aprecio) co– mo sucede á este Religioso, evi– tando tatltos destrozos como há sufrido la triste Arnerica en once años de continua guerra, de una guerra de asolacion y mucrte? Fran . La ambicion de dominar y ser absolutos duefios d.e todo, los ha cegado para no conve– nir en ningunas proposisiones pacificas. Se han persuadido que nuestro caracter suave y be– nigno por naturaleza, procede de covardia: en fin, que ellos nacieron para mandar y noso– tros para obedecer. Lor. Bien desengañados estan ya de su irnpotencia, y que bá lle– gado el tiempo en que abatan, sus frentes altaneras, si quieren tener lugar entre nosotros. Fran. Hai entrt:. ellos muchos bue– nos, tí:nmanos, generosos, y aun d~preocupados en punto de sistema., pero aun de estos son ·raros los que prestan sos ausi– lios a los naturales. i No era regular que hubiesen proeura· do captarse el aprecio puhlico favoreciendo á mu(·hos america· nos, que han dado .seguidas pruebas de honradez~ l>ara am– llar las continuas quejas de es– to~ que censuran justamente que solo habilitan á sus paisa· nos, tratando á los <lel pa1s con el mas alt.o desprecio? Hip. Efec.tivamente debieron ha– cerlo asi desde el prfocipio de )a revolocion, y hubieran seguí· do siendu dueños d e todo y prin· cipalmente de n uestros gratos corazones: mas han procedido al contrario. Desde que empe– zó la guerra, aun aquellos que antes nós fttvorecian con peque– ñas confianzas, se negaron abier tament~á hacerlo, y aun hai qni-en diga que muchos de ellos se juramentaron é impusieron crecidas multas al que infrin– giese el juramento, de no ha– cer el mas pequefio servicio á los americanos Pep. Eso se <lijo mucho, pero créo que en esta junta solo entra– ron aquellos ma:s tachados de barbarose injustos; aquellos que si pudieran inundar toda la Ame ru:a en sangre, hasta acabar con el ultimo de sus naturales; no le escusaran. Rosa. Conozco á varios 1mgetos q•.1e cuando¡ principio la reyolu~ don y comensaron á manifes· társe los rencore~ que ocultaban mis pechos, hablando de su~ hi– jos dccian: qtte bastaba haber nacido en estos Psises, para que 101 det~tasen, y que su mayor 8 tJ.Sto seriat verlos muertos antQS c¡a: JlegaaeG a SU hombres f

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