El teatro en la independencia
350 GUILLERMO UGARTB CHAMORRO COR. (fuera de sí). ¡Apártate! yo no tengo otro protector que mi Dios! Con este niño en los brazos, volaré al campo de matanza . . . allí, con estas manos, sacaré a luz todos los despedazados cadá– veres, buscando entre ellos, por mas que lo haya desfigurado la Muerte, el dulce reir de mi Alonso. . . con gritos espantosos pro– nunciaré su nombre, hasta que revienten las venas. . . y si queda la menor centella de vida, él conocerá lo voz de Cora; abrirá por un momento sus ojos desguarnecidos, y me bendecirá con una última mirada.-Pero si no le hallamos, ¡oh! entonces, hijo mio, irémos al campamento español; tu vista me abrirá paso por entre mil espadas, pues ellos tambien son hombres . ¿Hai por ventura un corazon tan solo, capaz de repeler a la consorte que vá en busca de su desangra– do esposo, o al inocente infante que clama por su padre prisionero? -No, no, mi hijo: estarémos seguros por do quiera. Una madre infeliz, que carga en sus brazos un pobre huérfano, lleva pasaporte de la naturaleza por el mundo entero. Sí, sí, hijo mio: vamos a bus– car a tu padre. (Sale con el niño). ROL. (Despues de un momento de ajitación.) A haber merecido yo, Cora, una sola de esas palabras con que me has reprochado, seria tan infame cuanto creo estar distante de haber sido formado para serlo.-Pero lo principal de todo ahora, debe ser proporcio– narle a ella seguridad: despues, la convenceré de que me ha inju– riado. (Sale). ESCENA III. TIENDA DE PIZARRO. PIZARRO. (Paseándose ajitado por el proscenio). ¡Y bi n, ca– prichoso ídolo, Fortuna, complác te, alábate de mi ruina ... no ob - tante, siempre seré quien soi!-P ro ánt d u umbir, dam un sonrisa tuya para consumar un solo acto d ng nza, sea la muerte de Alonso. (Entra Elvira.)-¿ Qui n t ahí? qui n atreve a interrumpirme? ómo ha faltado mi guardia a su d b r? ELV. Tu guardia hiz bligac·ó pa forzarrn a me gaba a ob dec rla . qu pud ; u lir o u
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx