El teatro en la independencia

372 GUILLERMO UGARTE CHAMORRO ROL. Sí: y si su acusacion es falsa, poco debe importarle el escucharla: si es empero cierta, tu barbárie no puede hacerla pade– cer el martirio que a tí la propia conciencia. ELV. ¡Adios ya al mundo! Rola, adios! adios (a Pizarra) tú, condenado de los cielos!-pues bien sé que jamas tocarán tu co– razon el arrepentimiento y el remordimiento!-Nos volveremos a encontrar: ¡ah! ... horrorízate en esta vida de saber que en la otra nos hemos de encontrar! Y cuando se acerque tu hora final, oye la campana cuyo terrible tañido llevará la desesperacion a tu alma. Resonarán entonces en tus oidos las maldiciones de los santos enclaustrados, de cuyo seno me robaste! ... Entónces vibrarán en ellos los gritos últimos que partieron del desgarrado corazon de mi ma– dre, cuando en la hora de su muerte clamaba al cielo venganza contra el seductor de su hija! ... te aterrará entonces el jemido que con su sangre lanzó mi asesinado hermano ... ¡asesinado por tí, abominable monstruo, en busca de la reparacion que deman– daba el perdido honor de su hemana!-todo esto lo estoi oyendo yo ahora! ... todo esto me enloquece, solo al recordarlo ... y en hora semejante, ¿qué será para tí todo esto? PIZ. Si tardais un instante mas, ¡cuidado con vuestras vi- das! ELV. Ya hablé, y no queda en mi corazon el menor vestijio de humana flaqueza. Y ahora, con indómito espíritu y con fir– meza incontrastable, haré frente al destino. Si no he vivido con nobleza, obra es de Pizarra; el morir empero noblem nte, será obra mia. (Sale escoltada.) PIZ. Rola, no quisiera que tú, guerr ro animoso y afamado, dieses crédito a los infam cuentos de esta muj r fr n ' tica.-Sá– hPte que la causa d todo ese furor s una pasión loca por l rebelde jóven Alonso, hoi prision ro mio. ROL. Alonso ya no es tu prisionero. PIZ. ¡Cómo! ROL. Y o vin a libertad , ngañando a la guardi seguí: tu prision ro soi yo. on-

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