El teatro en la independencia: piezas teatrales

EL TEATRO EN LA INDEPENDENCIA XV extranjeras o particulares, por conservarse inéditas en papeles ma– nuscritas de muy difícil acceso, o por la ausencia del necesario in– terés en rastrearlas, descubrirlas y darlas a conocer. Las obras aquí recogidas comprenden los más significativos momentos de la lucha por nuestra liberación política, desde la cortesana loa al Brigadier Sebastián de Segurola, represor de los levantamientos acaudillados por Túpac Amaru y los Catari, hasta las loas y comedias celebratorias de la Jura de la Independencia y de la victoria de Ayacucho. En esta producción teatral debe apreciarse, esencialmente, su valor histórico y testimonial y no su mérito literario, en ciertos casos muy discutible o casi nulo, sobre todo cuando las obras, por la fuerza de las circunstancias, fueron compuestas improyisada– mente, como algunas de las loas y los denominados "apropósitos". Todas las expresiones del arte teatral están representadas en esta colección. No torio es el crecido número de loas, extinguida especie del género dramático cuyas estructuras formales variaban desde las propias del monólogo hasta las correspondientes a los entremeses. Antecediendo a la representación de dramas o come– dias, las loas cumplían el objeto implícito en su n'ombre: loar, ya sea a los autores, a los actores, al público para merecer sus fa– vores, o a los sucesos o personajes a los que se dedicaba las fun– ciones. Grandes ingenios de la dramaturgia española, como Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón de la Barca, Agustín Moreto y Quiñones de Benavente, enaltecieron con sus plumas estas breves composiciones escénicas. En América, durante la gesta libertado– ra, las loas se ofrecieron especialmente en forma de mQnólogos y sirvieron -a veces con los nombres de prólogo, introducción o alocución- para estimular el ánimo de las fuerzas rivales, exaltar las excelencias de la Libertad o la fidelidad a la Corona, y cele– brar los triunfos de las huestes insurgentes o de los ejércitos rea– listas. Las piezas tituladas El Café, Diálogo entre la América y Espa– ña, La ridiculez andando, Diálogo de Atahualpa y Fernando VII en los Campos Elíseos, Diálogo en el Consistorio Patriótico y Un pe– dazo de entremés parece que hubiesen sido escritas más para ser leídas que representadas. Por su forma dialogada y su externa es– tructura teatral, constituyen, efectivamente, una suerte de "teatro para leer". Prueba de ello sería el hecho de que no tengamos no– ticia alguna de la concreta escenificación de ninguna de tales obras, aun·que esta circunstancia tampoco debe significar que sus repre– sentaciones hayan sido ni sean imposibles.

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