El teatro en la independencia: piezas teatrales
EL TEATRO EN LA INDEPENDENCIA XXXI men, a guisa de introducción: "En el invierno de 1817, recupe– rado Chile, se estableció una tertulia para divertir la convalecencia de campo de Marfisa, donde nirtgún hombre podía sentarse a la mesa, sin haber trabajado alguna pieza poética sobre el asunto que se le señalaba media hora antes. Entre los asuntos que se encargaron al autor [Juan Egaña], se encontraron casualmente los siguientes . .. ". Al asunto segundo, lo precede esta nota: "En· una grave enfermedad de Marfisa se halló ausente un amigo suyo, y otro presente, que era el autor. Se promovió la cuestión sobre cuál de los dos sufría mayor pena por aquel accidente; y dispuso Marfisa que se agitase en un diálogo en verso, imitando el gusto y estilo de nuestros poetas Salís, Salazar y Calderón, que agra– daban a Marfisa. El ausente dijo: que su pena fue mayor, y más apreciable, por no haberla causado la excitación física de ver su– frir; sino la tierna memoria de la paciente. A lo que contestó Juan Egaña en estas dos décimas ....". A continuación, se insertan la tercera y la quinta décima del Diálogo, adoptando, con las nece– sarias varian·tes, el primitivo tema del dolor causado por la muer– te de Carlos JI! a la pena motivada por la enfermedad de Mar– fisa. Se publicaron, por ende, como improvisados en 1817 y en Santiago de Chile, los mismos versos que, en verdad, habían sido compuestos veintiocho años antes en 1789 y en Lima. Para referirnos al melodrama Al amor vence el deber y a la Loa que lo precedió en su representación, convien·e recordar que la llegada a Santiago en 1802 del Presidente del Reino de Chile, don Luis Muñoz de Guzmán, y de su esposa, doña María Luisa Este– rripa de Muñoz, signó el inicio de una nueva etapa en la histo– ria social y cultural de Chile. "La ilustre esposa de Muñoz de Guzmán -cuenta Nicolás Peña- emparenta4a con familias priri– cipalísimas de Madrid, había sido dama de honor de la Reina de España, mujer de Carlos IV, y en esa corte licenciosa, entre aba– tes perfumados, cómicos, petimetres y artistas verdaderos como Gaya y Máiquez adquirió cierta desenvoltura de modales de buen gusto, sin tocar la liviandad, y cobrado afición -como las grandes damas francesas del siglo XVIII- a las reuniones literarias y ar– tísticas. Era un mundo nuevo para Santiago, por donde puede decirse que con ella por primera vez se conocieron los salones en esta capital". (Teatro Dramático Nacional, t. I, op. cit. p. XLV).
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