El teatro en la independencia: piezas teatrales

XXXIV GUILLERMO UGARTE CHAMORRO Chilena de Historia y Geografía, reproduciéndolas del tomo I de la Bibliografía Chilena de Luis Montt, tomo impreso a principios del presente siglo pero que no alcanzó a circular porque sus pliegos se vendieron como papel inútil a causa de que hubo la in'tención de sacar una nueva edición mejor corregida lo que no sucedió por la sorpresiva muerte de Montt. El texto de esta carta-disertación (no lleya firma ni fecha pre– cisa pero, en todo caso, corresponde a 1803) es el s"iguiente: Carta escrita a un amigo acompañándole la Cenobia. "Mi estimado amigo y señor: "Este mes, que casi he tenido desocupado, y el gusto de tomar parte en las demostracion'es con que todos desean complacer a una señora excelentísima por todos respectos, me han convertido en escritor de éstos que sin meditación anticipada, cuando se hallan con algunas fojas de papel es– critas, conocen que han hecho una obra. Tal es mi Cenohia, de cuyo argumento, habiéndolo tratado el mejor poeta de 1 talia y uno de los más excelentes de Francia, puede Ud. decir sin escrúpulo que sólo es mío lo que hallare en él de malo. Pero como el más indolente poeta jamás incurrió en la omisión de no disculparse anticipadamente, voy a cum– plir con esta ley de la vanidad. Valga por toda excusa ser esta pieza la versión libre de un melodrama. Quien vea que los respetables nombres de Milton, Shakespeare, Voltaire, Fontenelle y Marmontel, se oyen con desprecio en los melodramas que trabajaron; que del célebre Quinault dice Boileau que sólo la música de Lulli podía dar energía a los lugares c©munes y a la mo– ral lúbrica de sus melodramas; que Casalbigii (?) quiere pro– hibir absolutamente este departamento a los poetas que no hubiesen calificado los más íntimos favores de Apolo; que el anónimo de la Escuela de la Literatura, casi desesperando de la regularidad de un buen melodrama, da facultad a los poetas para que rompan todas las reglas de la verosimili– tud y la ilusión, con tal que sostengan ·za sublimidad lírica y la pompa dramática; quien vea todo esto, digo, ¿cómo no disculpará mi triste traducción, trabajada exabrupto por un poeta virginal, a quien le ha sido necesario añadir y qui– tar muchas cosas para acomodarla a nuestro teatro, a la representación sin música, y a la irtteligencia de unos oyen-

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