El teatro en la independencia: piezas teatrales

EL TEATRO EN LA INDEPENDENCIA XLVII De los 625 artículos comprendidos en los 18 Títulos de que consta el Código Moral, recordaremos aquellos que se refieren al teatro. En el Título V, relativo a los Principios sobre los que debe establecerse y organizarse la moralidad, costumbres, policía y ci– vilidad nacional, Egaña dedicó la Sección: IV a l@s Espectáculos, Danzas y Cantares . El artículo 175 disponía: "Los teatros y espectáculos dramá– ticos serán una escuela de moralidad y virtudes cívicas. Toda re– presentación pública debe revisarse y aprobarse por los magistra– dos de moralidad". El artículo 176 estipulaba minuciosamente que no se permi– tiría la representación de ninguna pieza dramática "que no se di– rija a fomentar las virtudes y a extirpar los vicios, especialmente a farmar el sólido amor a la patria y a los grandes sacrificios por su prosperidad y defensa, interés por el orden y odio al espíritu de facción y sedición; respeto a los magistrados, a los padres y a las leyes; amor al trabajo; moderación en los deseos; tolerancia en las privaciones; magnanimidad para confesar y proclamar el mérito ajeno; respeto a la religión; amor a la verdad; empeño en el cumplimiento de su palabra; gratitud a los beneficios; exacti– tud en los propios deberes; afectos de misericordia y beneficen– cia; piedad y amor doméstico; espíritu de integridad y justicia; gran estímulo para el bien público; felicidad nacional; a manifes– tar la felicidad y el placer para patrimonio exclusivo de la virtud; a dirigir la ambición de gloria y superioridad; así como todas las demás pasiones fuertes y peligrosas de modo que en lugar de co– rromper el corazón con el conato de estériles distinciones, profu– sion·es viciosas y ambición de mando, se estimulen los ciudadanos a ostentar esplendor en la beneficencia pública, en los grandes servicios al Estado y en las condecoraciones y heroicas distincio– nes que señala la Constitución a la virtud y al mérito cívico". Para temas de piezas cómicas y dramático-festivas, Egaña re– servaba la envidia, la ociosidad, la vanidad, la mentira y, en ge– neral, todos los vicios opuestos a las virtudes que debíart exaltar– se en las obras dramáticas. Pensamientos semejantes eran los de su contemporáneo, fray Camilo Henríquez, autor teatral y el primer periodista chileno. Egaña, sin embargo, incidía más en el valor moral y cív'ico del teatro, mientras Henríquez destacaba la importancia política del arte de la escen·a, como tribuna al servicio de las ideas liberta– rias y como puesto de combate contra el despotismo. "Yo consi-

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