El teatro en la independencia: piezas teatrales
EL TEATRO EN LA INDEPENDENCIA LXXIX programas de sus funcion'es benéficas; las reiteradas afirmacio– nes, en ese sentido, de críticos tan autorizados como Juan María Gutiérrez; la aseveración de Mariano G. Bosch de que los origi– nales de la pieza están escritos de puño y letra de Morante; el tema de la obra, eminentemente peruano y americano; y, princi– palmente, la circunstan·cia de exhibir el Túpac Amaru todas las cualidades que tipifican la creación dramática de Morante: amor a la libertad y consiguiente odio a las tiranías, exaltación de la naturaleza y del libre aJ.bedrío, y fervoroso aliento revolucionario y americanista. La incertidumbre que existió acerca de la paternidad auto– ra! de Morante, estuvo causada, a nuestro entender, por la frase de la n'ota crítica de El Argos: "Se atribuye (el Túpac Amaru) a la pluma de Morante". El crítico, sin embargo, en algo debió estar seguro de la paternidad de Morante cuando en líneas siguientes se refirió directamente a él -como el autor: "y sabe muy bien el señor Morante que las pláticas no se han hecho para las tablas". Además - y esto es sumamente revelador y no ha sido señalado antes de ahora- ni Morante rti nadie desmintió o aclaró, en mo– mento alguno, aquella pública atribución. Hay otra poderosa ra– zón para pensar que Morante es el autor del drama. Ella enlaza íntimamente la sublevación de Túpac Amaru con la propia exis– tencia de Morante. Este -según sostiene Bosch- partió muy jo– ven del Perú, horrorizado por los suplicios sufridos por Túpac Amaru y sus familiares, suplicios "que conoció por referencias de familia, y muy niño, personalmente, cuando la ejecución de Cris– tóbal Túpac Amaru (el hermano de Gabriel)". Este último dato ubica a Morante -de ocho años aproximadamente- en la ciudad del Cuz– co y en el mes de julio de 1783 (1). Treinta y ocho años después, nadie mejor que él, como autor teatral, como peruano y como re– volucionario, para llevar a. la escena los trágicos acontecimientos que conmovieron tart intensamente, y para siempre, su sensibili– dad infantil. Por otra parte, el crítico de El Argos desconoció, seguramen– te, las notas explicativas del drama, en las que el autor advirtió que no se había ceñido a los sucesos históricos, por seguir la má– xima de Schlégel: "El dramático no es historiador; aquel pinta, éste refiere; aquél como pudiera suceder, éste cómo sucedió". El articulista, por eso, censuró como graves faltas del autor, las (1) Diego Cristóbal Túpac Amaru fue. ejecutado en la plaza del Cuzco, el 19 de julio de 1783.
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