El teatro en la independencia: piezas teatrales
LXXXVIII GUILLERMO UGARTE CHAMORRO La condición de "recreacionera" de Sor Manuela Gálvez en el monasterio del Carmen al tiempo de la representación de este en– tremés, hizo afirmar al Padre Mañaricúa que ella era su autora. Sin embargo, la escena de la propia obra en la que se menciona, congratula y aclama a Sor Manuela, descarta, a nuestro juicio, la posibilidad de su autoría. Por eso, consideramos esta pieza como anónima. Un Pedazo de Entremés se publicó en 1830 en el periódico cuz– queño El Duende (N<: 12, Cuzco, septiembre 30 de 1830). Juzgamos que, sin dejar de ser un artículo periodístico compuesto en· forma dialogada, exhibe los caracteres propios de una pieza teatral (per– sonajes, escenas, acotaciones, etc.), caracteres que su autor le con– firió de acuerdo con la denominación' de "entremes". Sus perso– najes son: Un Hombre, Una Mujer, Un Chiquillo y El Secretario del Jefe de los Duendes. Tres son sus escenas: la primera "se re– presenta en un jardín sin flores", y la segunda y tercera, "en un cuarto de estudio".. Salvo cirtco "parlamentos", los diálogos son ágiles y, por momentos, chispeantes. Hay alusiones a la 'laguna de Chucuito y a los ríos Huatanay y Desaguadero. Las expresio– nes "tata", "caen patas arriba", "hablas sin escupir" (sin descan– so), "le arrima uná resma de zopapos'', "le arrima otro cocacho", "concluye el negocio a capazos", etc., son claras notas de sabor costumbrista. Con el espíritu nacionalista y el tono joco-serio que caracte- 1 izan· los dieciocho números de El Duende, el entremés apunta con– tra aquellos españoles que, luego del triunfo de Ayacucho y de ju– rar obediencia a las leyes republicanas, se quedaron en el Perú con– servando posiciones de privilegio y conducta dominante. "Noso– tros no queremos acá hombres con máscara, es decir, godos vesti– dos de patriotas", advierte el Secretario de los Duendes. Aunque carece de firma, podemos asegurar que su autor fue el propio Director de El Puende, José Domingo González de Mato~, quien, más frecuentemente, figura como El Jefe de los Duendes. Fundamos nuestro aserto en el hecho de ocupar el entremés casi siete páginas de las ocho que conforman el número 12, y sabido es que esta clase de periódicos eran redactados en su mayor parte, y a veces íntegramente, por sus directores. Pero la pru,eba más explícita y convincen'te la encontramos en la nota titulada Cuatro palabritas a la oreja inserta en la página ocho del mismo número
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