Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

10 GERMAN LEGUIA y MARTINEZ en cada uno de los cuales parajes y edificios izaron incontinenti la bandera de la Gran Bretaña. Momentos más tarde, Beresford, titulándose "gobernador de las PP. del Plata por S.M. el rey de Inglaterra", expedía y publicaba decretos sucesivos, proclamando la libertad absoluta del comercio, del sufragio, de la palabra y de la prensa, la de conciencia y del culto, el respeto al clero y a sus propiedades, y, en definitiva, el imperio inmediato de cuantos derechos y garantías disfrutaban los súbditos ingleses conforme a las leyes y costumbres de su patria. Seguidamente, en navío expreso enviaba a Londres dos millones de duros, cogidos por sus descubiertas, en instantes de abandonar lapo– blación, para ser guardados en alguna de las provincias próximas, li– bres todavía del invasor. VI Pasados el estupor y la sorpresa del primer momento, hízose sentimiento exclusivo el deseo de lanzar a los advenedizos, comple-– tamente odiosos, repelentemente extraños, por su raza, lengua y sin· déresis, al ambiente de la colonia sojuzgada; sentimiento creciente en proporción con el enojo que en todos produjeran la cobardía y ·prescindencia de las autoridades; y atizado, a mayor abundamiento, por el luctuoso recuerdo del triste fin de la familia Alvear. Faltaban, únicamente, una cabeza, un corazón y un brazo, que condensaran la nube y fulminaran desde su seno el rayo en él escondido. Por dicha, no se tardó en encontrarlos. La potencia de la conjuración concentróse desde luego en tres esforzados espíritus, precursores del predestinado a coronar los an– helos populares. Tales fueron los ingenieros españoles don Felipe de Sentenach y don Gerardo Llac y Esteve, y el joven argentino don Juan Martín de Pueirredón. Los dos primeros, con un celo que el odio general protegía, y un sigilo que la orfandad moral de los ocu-– pantes aseguraba, acometieron, por el interior de los domicilios bonaerenses, la excavación de dos grandes minas: la una dirigida sobre las bases del fuerte en que se alojaba Beresford con el grueso de sus tropas; y la otra, sobre los cimientos de la Casa de Comedias, ocupada por el regimiento de Pack. El tercero, o sea Pueirredón, entregábase ardoroso a la propa– ganda y acción en los alrededores, y pronto llegó a levantar hasta ochocientos hombres, que, aunque mal armados y bisoños, constitu· yeron una potencia viva, una partida de protesta, un nervio de resis– tencia y de propulsión, una ayuda en todo caso, para cualquiera esfuerzos, si tardíos, eficientes y vigorosos. Batió a dicha montonera

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx