Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

24 GERMAN LEGUIA y MARTINEZ XIX El ingreso es relativamente fácil; pero, una vez consumada la internación, la brega es indescriptible. Achmuty, gracias a la ayuda y bizarría del severo Nugent, logra, tras dolorosas pérdidas, pose– sionarse de la plaza de toros y del Retiro; del Retiro que, valien– temente defendido por Juan Gutiérrez de la Concha, será, en horas más, el refugio único y postrimero de los anglos. Lumley consigue, a su vez, apoderarse de las alturas que constituyen su objetivo, y allí mantenerse a la espera de los éxitos, para proceder según las eventualidades. Pero, en todos los otros puntos, los ingleses con– fiados y orgullosos no hacen sino fracasar y rendirse. Pack pene– tra al principio entre un "silencio sepulcral"; más, una vez interna– do, vése acribillado a proyectiles: "cada balcón, cada ventana es un reducto que no cesa de tirar"; el joven coronel Cadogan, vástago de lores ilustres, hace prodigios a la cabeza de la columna; pero la mitad de ésta yace exánime sobre las calzadas sangrientas, y la otra mitad vuelve caras; Cadogan es cogido prisionero y Pack retrocede para unirse a Crawford. Este último, antes rechazado de la plaza de Santo Domingo por los "montañeses", penetra ya con el refuerzo de Pack, en el convento del mismo nombre; extrae las banderas inglesas aprehendidas el 12 de agosto de 1806; y las hace izar y flamear sobre las torres; la escuadra, juzgando consumado el venci– miento, saluda esos emblemas con solemne y regocijada salva real; pero el Fuerte y los techos vecinos escupen miles de metralla y balas sobre aquel punto que enormes masas de pueblo acometen furio– sas por multitud de forados y brechas; y Crawford y Pack se rin– den discrecionalmente, impotentes para resistir un minuto más. Los patricios de San Miguel, que son los que acuden a Sanfo Do– mingo, han aniquilado, momentos antes, los regimientos entrados sobre aquel sitio: los demás han experimentado igual suerte, es– trellados contra las trincheras de las avenidas de penetración: los ingleses retroceden o se entregan por todas partes: Lumley, sin noticias ni órdenes, y alarmado por la cesación de los fuegos en la extensión de la ciudad, se repliega al Retiro, a donde también se refugian, bajo los estandartes de Achmuty, Whitelock y sus demás tenientes. Las oleadas incontenibles del populacho vencedor se acer– can y amenazan con el contraasalto o, cuando menos, con un sitio, cuyas consecuencias son de prever: la ciudad, libre casi de enemi– gos, se desborda y engruesa aquel paisanaje, de vocerío ensordece– dor, ensoberbecido por el éxito: ¿se saldrá de aquel encierro a tentar un segundo choque contra multitudes, como esas, desparra-

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