Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

FERMENTACION PATRIOTICA EN BUENOS AIRES 33 IX Primera y principal de tales instrucciones es la de reorganizar seriamente los batallones hispanos, es decir, los cuerpos catalanes, vizcaínos y gallegos; y la de ir, paralela y astutamente, desarmando y disolviendo los de los patricios y arribeños. Para facilitar el pro– pósito, Liniers debe ser enviado a España, a dar cuenta de su con– ducta; y el gobernador Elió, el violento, el arbitrario, el mendigo acérrimo del partido popular, anheloso de aplastar a sus cabecillas, vése nombrado inspector general de las fuerzas locales existentes. La noticia de tales medidas, propagadas por el propio Liniers, que ha ido a Montevideo a recibir al nuevo virrey y conferenciar con él antes de su ingreso en Buenos Aires, produce en esta capital exci– tación profunda y rebeldía abierta, que, se reflejan en una serie de reuniones y planes dirigidos a la resistencia. Quiénes quieren llamar del Brasil a la infanta Carlota de Borbón, para confiarle la regen– cia; quiénes pretenden rechazar al virrey, conservando en el cargo al vencedor de los anglos; quiénes, en fin, con Pueirredón, Belgrano y Castello, patriotas exaltados, piensan en la elección de la proyecta– da junta, imitación de las de España, que administre la colonia se– miemancipada; pero junta argentina que, con el curso de las cir– cunstancias pueda culminar en la ruptura y la autonomía radicales. La negativa de Liniers a prestar su nombre y su prestigio a es– tos avances, y la evidencia de que Cisneros sustituiría las medidas anunciadas por otras más prudentes y conciliadoras, aplazan la ex– plosión por el instante. Elió recibe orden de no venir; se deja a los cuerpos criollos con sus jefes y con sus armas; se suspende el viaje de Liniers, quien, facultado para escoger la residencia que más es– time de su agrado, va a establecerse en la ciudad de Córdoba; y se confía la inspección general de las tropas, en reemplazo del odioso Elió, al mariscal de campo don Vicente Nieto, visto a la sazón con buenos ojos por los patriotas de Buenos Aires, como amigo íntimo del virrey cesante, quien, al emprender viaje a Montevideo, hále ya discernido el propio cargo que se le encarga de ejercer. X El teniente general Hidalgo, desde aquel día, queda a merced de sus gobernados, que, una vez más, continúan potentes, respeta– bles, y en aptitud de imponerle su voluntad. El número y la opinión está con ellos. En adelante serán invencibles. La presión que, en to– do tiempo, empiezan a ejercer sobre la autoridad, cristaliza en una

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