Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

34 GERMÁN LEGUIA y MARTINÚ " gran conquista: la independencia económica, precursora de la po– lítica, de la internacional, próximas a consumarse. Las victorias so– bre los ingleses han revelado, al pueblo su ímpetu y su poder milita– res: la nueva conquista de que ahora hablamos, va a rev~larse, algo más interesante: la abundancia y el alcance de sus medios, la posi- . bilidad de sostenerse y vivir· por sí mismo, sin el concurso de na– die, sin otra cosa que sus propios recursos, como una personalidad sui juris, dueña de su energía, de su grandeza, de su presente y de su porvenir. XI Más de tres años hacía, desde la memorable libertad mercan– til decretada por Beresford (1806), que, por efecto del sistema es– pañol monopolista, y por la ausencia de tráfico constante y seguro en los mares, en que campeaba sola y soberana la marina inglesa, habíase aglomerado en todo el Plata suma enorme de producción pecuaria y agrícola, imposibilita.da de salir al exterior, y, por tanto, expuesta a más o menos temprana pérdida. En tal situación, los es– tancieros o hacendados tuvieron la inspiración de solicitar que se los autorizara para comerciar directamente con Portugal y con la Gran Bretaña, ya aliada a España contra Bonaparte, desde 1808, a condición de sufragar impuestos apreciables, que desahogaran las amarguras y estrecheces del tesoro. El gran patricio don Mariano Moreno redactó entonces su famosa representación que, a tal pro– pósito, se puso en manos del virrey; y una nueva batalla, la finan– ciera, entablóse entre criollos y peninsulares; éstos, abogando por los viejos métodos de coerción, fuertes de sus fabulosas ganancias; aquéllos, pregonando la más abierta libertad mercantil. "Comercio con todo el mundo, pero por el intermedio exclusivo de Cádiz", gri– taban los unos; "comercio con todo el mundo, sin ningún interme– dio tráfico", directo, amplio, sin embudos ni trabas, con Cádiz y sin Cádiz", chillaban los otros . Cisneros, que veía su caja exhausta, ya que apenas podía recaudar unos cien mil pesos mensuales, cuando necesitaba doscientos mil, y que no vislumbraba modo alguno de obtener mayores entradas, parecía inclinado a otorgar lo que se le pedía; pero, naturalmente, tropezaba contra la enérgica e intransi– gente oposición del oficialismo y del gremio de comerciantes espa– ñoles, a quienes la innovación no convenía en manera alguna, como que era su desmedro, si nó su ruina. Sucesos extraordinarios obligáronle a rendirse, con la toleran– cia rabiosa y mal conforme de los opositores.

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