Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

FERMENTACION PATRIOTICA EN BUENOS AIRES 37 XIV Era a mediados de mayo (el 13), cuando un buque inglés trajo a Montevideo noticias desastrosas del estado de la Península. Napo– león, enfurecido por los quebrantos de sus generales y libre ya de cuidados en norte y centro por la paz de Viena, había inundado de tropas el territorio de España, y se prometía despedazar a sus sos– tenedores. Multitud de ejércitos, a órdenes de generales tan afama– dos, como Auguereau, Macdonald, Soult, Ney, Moncey, Victor, Se– bastiani, Kellermann, Martin y Gouvion-Saint-Cyr, atacaron y ven– cieron a los españoles por todas partes. Los dos primeros sometie– ron a Cataluña; Soult invadió a Portugal; Víctor venció en Medellín, Sebastiani en Ciudad Real, Soult en Ocaña, y Kellermann en Alba de Tormes. Suchet tomó a Tarragona e invadió la provincia de Va– lencia. José 1 en persona, con 80.000 soldados púsose en campaña sobre el sur. Atravesó Sierra Morena; barrió con cuerpos militares y guerrillas; avanzó como un torrente; forzó todos los pasos y obs– táculos que se opusieron a su camino; se apoderó de Granada, Cór– doba, Sevilla y Málaga; y así en solos dos meses, sin más excepción que la de Cádiz, a donde siguió en pos de la Junta Central, eje y raíz de la resistencia, quedó dueño y señor de toda la Andalucía. Cádiz fue sitiada, y todo hacía creer en la ruina total de España, donde no había palmo de tierra que no estuviera ya supeditado a los franceses; ni quedaba otra plaza libre de su poder, que esa Cá– diz, próxima a caer por efecto del asedio. La Junta Central, llena de pánico, abandonó la ciudad y el puer– to gaditanos, y huyó a la isla fronteriza de León, bajo la protección de las escuadras inglesas. Ante ese acto de cobardía, en instantes en que la presencia de los hombres dirigentes era condición de en– tusiasmo y vida, de confianza y potencia para rechazar al invasor, el pueblo de Cádiz, indignado, se subleva; ataca y victima al gober– nador de la plaza, Marqués de la Solana, uno de cuyos ayudantes es, en esos momentos, el futuro general San Martín; dirígese tumultuo– samente, empapado en sangre, furioso, enloquecido, a la junta pro– vincial allí instaurada como en todas las otras secciones de España, y le pide encar~arse del poder, hacerse soberana, y proveer a las necesidades de la nacional defensa. Esta junta acepta; decreta la proscripción de los "centrales" fugitivos, que por su parte instau– ran una "regencia" de cinco individuos de su seno; y el pueblo es– pañol, huérfano de su rey, vése así ante una autoridad suprema, ejercida simultáneamente por dos cuerpos, no sólo contrarios, sino

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx