Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

FERMENTACION PATRIOTICA EN BUENOS AIRES 41 que existen en América y que son los únicos que poblaron su terri– torio, son los únicos también que, a falta de legítimo soberano, deben gobernar la colonia, antes que esos de la capital andaluza, que jamás extuvieron en ella, ni la poblaron, ni la gobernaron, ni la conocen siquiera, y que en todo extremo resultan extraños para la misma". Manuel Genaro de Villota, fiscal de la audiencia, viendo la causa de su patria fracasada, promueve, como buen letrado, una excepción dilatoria de personería, con la calidad de artículo previo y depecial pronunciamiento; y, en efecto, admitiendo como incontes– table la facultad de Buenos Aires para, como Cádiz, reasumir la porción soberana que le pertenece, alega que la capital carece por sí sola del poder de formular decisión tan interesante; defiende el derecho y la personalidad de las demás provincias, a las que, como secciones primarias del virreinato, hay que consultar y oir; y acaba por proponer el envío de comunicaciones o emisarios que las inviten a nombrar diputados suyos; diputados que, congregados en la capi– tal, procedan a deliberar y hacer cualquiera declaración, igual o dis– tinta de la proyectada pero en forma prestigiosa y respetable para la universalidad de los presentes, como emanada de los representan– tes de todas y de cada una de las reparticiones argentinas. Continúe, entretanto, agrega, mandándonos el virrey, única autoridad, por el momento, legítima. Brillan de alegría los ojos de los españoles y españolizados, felizmente pocos; titubean de pronto los patriotas; y el pueblo, con su claro instinto, empieza a romper en murmullos de disgusto y de impaciencia, cuando el mesurado jurista don Juan José Passo pónese de pie para refutar a Villota, y expone cálida, elocuentemente, la facultad racional con que los hermanos presentes, en causas de in– terés y provecho común, como aquélla que se discute, pueden pro– ceder y decidir en nombre de los hermanos ausentes, sin más taxa- . tiva que la de la aprobación posterior que a tales ausentes corres– ponde en derecho. Un aplauso atronador responde a esta feliz peroración y por todos los ámbitos de la plaza surge el grito de ¡abajo Cisneros! ¡viva el gobierno propio! ¡queremos una junta que nos gobierne! ¡a elegir– la! ¡a elegirla! ¡inmediatamente! XVIII Los hispanófilos enfurecidos pretenden eternizar la discusión. Se acerca la noche, y no se ha resuelto nada todavía. Don Antonio José de Escalada, (el futuro suegro del libertador de Chile) levántase de su asiento y exclama: "Bastante hemos discutido ya, y nada nue-

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