Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
42 GERMAN LEGUIA y MARTINEZ vo se podrá decir: se hace urgente acabar de una vez: la hora es avanzada: pido que la asamblea proceda a pronunciar su voto en el acto, sin más demoras ni palabras". Deliberantes y pueblo, éste unánime, aquéllos en su mayoría, asienten al pedido en forma aplas– tante y ruidosa. Se inicia la votación, que no termina sino a las doce de la noche. La asamblea resuelve dos conclusiones: 1~ la deposición del virrey y 2~ la erección de una junta, que los cabildantes quedan facultados para elegir. El pueblo se disuelve entre aplausos y aclama– ciones a los corifeos patriotas que abandonan la sala; pero los cuerpos armados de patricios y arribeños continúan vigilantes en sus cuarteles, prestos a hacer respetar la decisión de aquel cabildo abierto. La autorización otorgada al ayuntamiento para organizar el go– bierno novísimo dice: ''En la imposibilidad de conciliar la tranquili– dad pública con la permanencia del virrey y régimen establecido, se faculta al cabildo para que constituya una junta, del modo más conveniente a las ideas generales del pueblo y circunstancias actua– les, en la que se depositará la autoridad, hasta la reunión de las demás ciudades y villas". Esta conclusión se publicó por bando y púsose oficialmente el 23 en noticia de Cisneros, que, creyendo mitigado el peligro con la manifestación del día anterior, reputada por él un pararrayos para la tormenta; y seguro de que la población quedaría satisfecha con la constitución de la junta en sí, y con el ingreso en ella de dos corifeos populares, comenzó a intrigar, por intermedio de sus parti– darios, principalmente del síndico procurador doctor Leiva, quien propuso y alcanzó, del círculo peninsular prepondera:tlte en el ayun– tamiento, la organización de la junta de gobierno en esta forma: presidente, el ex-virrey Hidalgo de Cisneros; y cuatro vocales, a sa– ber: Dr. D. Juan Nepomuceno Sola, cura párroco de Montserrat; don José Santos Incháurregui; el doctor don Juan José Castelli y el comandante de patricios don Cornelio Saavedra. Dióse a conocer este personal por un nuevo bando, publicado el 24. No era eso lo que quería el pueblo de Buenos Aires; y, en consecuencia, no tardó en estallar un verdadero motín, tanto más serio e incontenible, cuanto que las masas aparecieron secundadas y apoyadas por el ejército. French y Berutti, jóvenes decididos del par– tido popular autonomista, recorrieron las calles y las plazas a la cabeza de oleadas de gente, pidiendo, a las puertas del municipio, la reconsideración del acuerdo publicado, burlador de los anhelos y de las esperanzas de la capital. Saavedra, Castelli y los otros dos vocales presentaron sus renuncias, alegando no estar dispuestos a prohijar el indebido empleo de una autorización que la asamblea
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