Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
so GERMAN LEGUIA y MARTINEZ de Reinoso, cabeza del partido de su nombre en la provincia de Santander, el 13 de junio de 1780 (3); y, por tanto, en 1809, tenía veintinueve años de edad. Venido a este hemisferio, desde muy joven en la clase de simple cadete de ejército; educado, según otros, en el mismo Buenos Aires, mucho antes de ponerse en servicio, era íntimo amigo de todos los personajes iniciadores del movimiento emancipador; y participaba cordial, entusiastamente de sus ideas, que abrazó ya, de modo franco y ostensible, ante los luctuosos acon– tecimientos producidos desde 1808 en la afligida España. Rígido, aun más que recto; esclavo de la ordenanza; sostenedor de la lealtad y la disciplina a todo trance (por eso indignado ante las imputacio– nes de lusitanismo que se hacían contra Pizarro); y blanco, desde 1801, de la persecución de los realistas, tanto más enconada, cuanto que, siendo de cuna peninsular, considerábanle tránsfuga y traidor– el ingreso del jefe aludido, cuyas altísimas dotes tendremos en breve– oportunidad de medir, significaba la más valiosa de las adquisicio– nes para el núcleo de los separatistas sudamericanos. Ya sabemos que, gracias a continuados y positivos servicios, alcanzaba a la sazón el grado de coronel y servía el puesto de comandante general de armas de la presidencia de Chuquisaca. VII Echadas las campanas a vuelo, en la noche del 25 de mayo, el pueblo, al sensacional toque de rebato, congregóse inmediata y tu– multuosamente en la plaza principal; y dirigiéndose al palacio arzo– bispal primero y al presidencial después, exigió a gritos y en actitud amenazadora, la soltura de los presos. La Audiencia, entretanto, abrió sesión solemne en casa de su regente, y apoyó con sus acuer– dos las peticiones populares. Como el gobernador no se manifestó de seguridad, libertan a los pocos que se hallan secuestrados en ellos y buscan a los demás, que, como están ocultos no son ni pueden ser encontrados. A la voz de haber los desaparecidos sido ejecu– tados en el misterio -calumnia que, sin meditación ni pruebas, se acepta y cree como una cosa inconcusa- el pueblo torna a la morada del gobernador, pidiéndole, dice, los cuerpos de sus víctimas . Pizarro jura ser falsa la imputación; pero no se le escucha. Y como al propio tiempo, par ten algunos tiros sobre el pueblo, desde la casa del pre- (3) Hay quien da, como patria de Arenales, a Santona, plaza fuerte y pre– sidio, como Reinosa, en Santander; y no falta quien le refuta nacido desde 1770. V. la biografía inserta en la Biblioteca Universal Ilustrada de España, t. VI, pág . 29 . Como má.s verídica, aceptamos la versión que corre en el texto .
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx