Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
TRIUNFOS DE LA REVOLUCION PLATENSE 53 den a los centinelas y guardias de prevención; los someten y desar– man; deponen al octogenario gobernador, Tadeo Dávila; fuérzanle a hacer renuncia de su cargo y pónenlo en prisión; se adueñan de los fondos públicos; saquean las casas y los establecimientos de los españoles; proclaman la abolición del odioso impuesto de alcabala; rechazan la mediación del obispo, a quien detienen en su palacio primero, y confinan en una hacienda después, a doce leguas de La Paz, de donde le sacan los indios de Irupana y llevan a su pueblo; y constituyen ocho días más tarde (24 de julio), una junta de go– bierno, a que dan el mote de tuitiva, esto es, cuerpo "defensivo" de sus fueros y su irídepende,ncia, Presidente de esa junta es Murillo, y erígese en miembros o vocales de la misma a Catacora, Indaburu, Bueno, Castro y otros corifeos de la sublevación, que, dirigiéndose a sus compatriotas en una proclama, les dicen: ¡"Hasta aquí hemos tolerado una especie de destierro en el seno mismo de nuestra pa– tria; hemos visto con indiferencia, por más de tres siglos, sometida nuestra primitiva libertad al despotismo y tiranía de un usurpador injusto, que degradándonos de la especie humana, nos ha reputado por salvajes y mirado como esclavos ... Ya es tiempo de sacudir tan funesto yugo°! ... Ya es tiempo de organizar un sistema nuevo de go– bierno, fundado en los intereses de nuestra patria! Ya es tiempo, en fin, de levantar el estandarte de la libertad en estas desgraciadas co– lonias adquiridas sin el temor título, y conservadas con la mayor injusticia y tiranía"; palabras tan bellas como audaces, hondamente significativas, casi nuevas, ya que formulábanse y dábanse a los vientos en el mundo de Colón, después de olvidadas y desprestigia– das las que, veintinueve años antes, pronunciara en oportunidad y sentido idéntico el sublime Túpac Amaru, en la épica y vasta con– moción de 1780. IX Esta de 1809, que ahora historiamos, concitó, por su atrevida y típica finalidad, el asombro y el espanto de los virreyes del Perú y de Buenos Aires, cuyos dominios podrían verse envueltos en el in– cendio de la rebeldía, propagado por la paceña chispa, tan inespe– rada como abrasadora. Lástima grande que ésta relampaguease en las medianerías de los dos virreinatos, condenada a pronta extinción por su absoluto aislamiento. Correspondía el deber de ahogar aquel amago al virrey de Buenos Aires, en cuya jurisdicción entraba en– tonces la zona soliviantada; pero el universal y supremo interventor en las explosione sudamericanas -el férreo Abascal, su represor y su freno- creyó a su vez que mal podría desentenderse de una
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