Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

PRIMERA EXPEDICION PLATENSE SOBRE EL ALTO PERU 63 expreso (el joven don Melchor José Lavín, que, convertido más tar– de a la causa de la libertad, había de morir por ella en el Cusco en 1820) estaba dirigido: l?- al gobernador de Córdoba, don Juan Gutiérrez de la Concha; ese que, improvisando una escuadrilla flu– vial, trasladara a Liniers y a sus fuerzas de Colonia a las Conchas, en marcha a la reconquista de Buenos Aires (3 de agosto de 1806); y 2?-al propio ex-virrey vencedor de los ingleses, que, no enviado a España por su sucesor y autorizado para elegir el domicilio que más fuese de su agrado, por razones que se han explicado en su lugar, había escogido a Córdoba para punto de su residencia. Uno y otro personajes, llenos de merecido prestigio, procedieron, en la madru– gada del 29 de mayo, (2) apenas impuestos de los graves incidentes ocurridos en Buenos Aires, a tomar disposiciones y reunir hombres y elementos con que marchar sobre la capital y reponer en ella el fenecido régimen. Ocupábanse en esa labor, cuando supieron que, n vez de ir a buscar a los patriotas, eran éstos los que, a órdenes de Ocampo y de Balcarce venían a su encuentro. IV Verdaderos soldados o no, los conducidos por estos últimos, fogueados y ya probados en los grandes días de 1806 y 1807, resul– taban pr cierto superiores a las bandas colecticias malamente orga– nizadas por Liniers y Balcarce, emprendieron retirada hacia el norte. Desocupada por los realistas, Córdoba recibió en triunfo a los pa– triotas, a cuyas filas acudieron, llenos de entusiasmo, los jóvenes cordobeses más distinguidos. Sin adormecerse con los halagos y fiestas que a competencia ofrecíanseles por todas partes, Ocampo y Balcarce emprendieron la persecución de Liniers y Concha; pero estaba escrito que todo había de ser indemnidad en estas tempranas expansiones de la revolución bonaerense, otra vez vencedora sin combatir. Y, en efecto, no habían alejádose mucho las insubordina– das huestes de Concha y Liniers, cuando en el sitio del Cañar, vencida sólo la primera jornada, rebeláronse contra sus jefes y entregárons~ a desbande indominable, que puso a esos jefes en la necesidad de contra lo aseverado por algunos escritores, entre ellos el Dr. Anfual Gálvez, en su obra Zela, vol. i, pág. 8. La misión de Lavín es evidente, y a~ ella11se refiere, de modo terminante, en sus relaciones, el presbítero den'.:>Bedr,d lAl– cántara Jiménez, confesor y compañero de prisión del obispo1¡:de>.(ClSr<llobá, Orellana, y testigo ocular de los sucesos. Véase la not-aJ·qm:ei Tdcreate'ltl!ae-c.en el vol I op . cit., pág. 69. "1 b 10\z ?.JJ V 2ob Juq1b (2)' Lavín había llegado de Córdoba a las 11 dé)Ua I1<6'dhe~l ~.81 oñn

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