Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

PRIMERA EXPEDICION PLATENSE SOBRE EL ALTO PERU 77 quien regla y perfecciona un Estado decisivamente constituído, Cas– telli y su ejército, moviéronse de la segunda de aquellas ciudades en que permaneció el gobernador Tristán con algunas de las reser– vas, y acamparon en Laja, camino del Desaguadero, en son de bus– car y batir a las fuerzas realistas, distantes de allí dieciséis leguas, como estacionadas en su cuartel general de Zepita. La proximidad de los contendientes parecía hacer inminente un choque; pero ese choque vióse postergado por un armisticio; armisticio cuya causa -o, mejor dicho pretexto- a saber, las pro– puestas de paz dirigidas a la Junta de Buenos Aires por el Ayunta– miento de Lima, productoras de un razonamiento interesante entre este cuerpo peruano y el representante en campaña de la Junta gu– bernativa platense, son episodios, los dos, dignos, por su enlace capital con nuestra historia, de ser recordados entre los que relata el presente capítulo. XV Se recordará que las cortes españolas, reunidas por aquel tiem– po en la isla de León, ocupábanse, a principios de 1811, en discutir determinadas "proposiciones" que los representantes americanos in– corporados en su seno formularan, en nombre de sus comitentes ultramarinos, para obtener el goce de ciertos derechos y garantías, que colocaran a los criollos en condiciones, si no idénticas, por lo menos semejantes a las que revestían sus dominadores, dueños ex– clusivos del comercio, de los empleos, de la influencia y de la sobera– nía. Y se recordará, asimismo, cómo los diputados peruanos Morales Duárez y Feliú, apresuráronse a poner las propuestas o proyectos enunciados en conocimiento del Cabildo de Lima, que recibiólos, con el oficio de remisión pertinente, el 25 de abril de 1811. (17) Impuestos los cabildantes capitalinos de aquella comunicación que, para la época, juzgóse importantísima, ocurrió que los unos babazorros empujados por Abascal, y los otros, infelices sandios su– gestionados por el mismo, fingiesen creer, o creyeron sincesaramen– te, en la iniciación de una nueva era de regeneración y felicidad pa– ra los súbditos hispanos del Nuevo Mundo. Ipso facto, alecciona– dos por el gran virrey, resolvieron dirigirse al gobierno indepen– diente de Buenos Aires, invitándolo a deponer las armas, a reponer– se y perseverar en la obediencia debida al monarca legítimo, y a reincorporarse en el seno de la madre patria, que, convencida, al fin, aunque tardía e imperfectamente, de la necesidad de conceder (17) V. las págs. 141-143 del libro cit.

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