Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
88 GERMAN LEGUIA y .MARTINEZ del lago; y el segundo, casi recto, formado por el álveo del Desa– guadero, que al desprenderse del Titicaca, cierra la cúspide del triángulo en el punto de su defluencia y constituye un ángulo agu– do irregular, entrante en la laguna. El triángulo puede, de semejan– te manera, reputarse una península, bañada al norte por el Titicaca, y al sur por el Desaguadero; península que, vista en conjunto so– bre un plano, semeja la cabeza de un rumiante; o, más exactamen– te, el dedo pulgar de una mano abierta, separado de ésta por un corte rectilíneo, que, partiendo del extremo inferior izquierdo del índice, vaya a terminar en el extremo asimismo inferior, de la fa– lange primera más extensa del pulgar. Dibujemos, ahora, centro del triángulo, tres líneas: una cen– tral perpendicular que geométricamente a la base represente la al– tura, y figura la fragosa quebrada de Ccasa (en quechua, hielo) ; otra oblicua superior paralela al lado norte, indicativa del camino que conduce del puente colgante a Huaqui; y la última, oblicua infe– rior, paralela al lado sur, determinativa de la senda que del propio puente se dirige al pueblo de Jesús de Machaca. Esto supuesto, será fácil comprender la situación y rutas res– pectivas de los beligerantes. XXI El ejército patriota, que hubo de lidiar en sus posiciones primi– tivas, por la falta de tiempo para ocupar otras nuevas y mejores, sin dejar las anteriores de ser formidables, hallábase desplegado so– bre la base del triángulo, de este modo: la derecha comandada di– rectamente por Balcarce y Castelli, en las proximidades de Huaqui sobre un lienzo de colinas el centro, dirigido por los coroneles Via– monte y Eustaquio Díaz Vélez, en las salientes de la quebrada de Ccasa; y la izquierda, con toda la caballería cochabambina (2.500 hombres) y alguna infantería, a órdenes de Rivero, en los llanos de Jesús de Machaca. Las alturas, a uno y otro flancos de la quebrada, estaban coronadas de indios, armados a su manera (rejones, lan– zas, chuzos y macanas), y prontos a hacer su conocida guerra de galgas, esto es, grandes pedrones desprendidos desde las cumbres y lanzados en temible rotación sobre el enemigo. Todas estas fuerzas eran como bien se comprende, muchedum– bres colecticias, y por ende, confusas, desordenadas y bisoñas, no obstante su gran número, que alcanzaba a, más o menos, veinte mil hombres (27). 27) Cifra calculada por los propios historiadores argentinoo. V. a V. F . López, op. cit., vol. II, pág. 56 .
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