Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
PRIMERA EXPEDICION PLATENSE SOBRE EL ALTO PERU 93 ciones, hubieran llevado sus banderas hasta el Ecuador y plantado sin resistencia su sistema ( 31). Aunque altamente honrosa para los soldados y jefes naciona– les -puesto que el ejército vencedor era totalmente peruano, y sus jefes- Goyeneche, Tristán, Picoaga -peruanos casi todos- seme– jante victoria, maldición de la suerte, aplazaba, en trece años lar– gos, la independencia del Perú. Por una aberración psicológica, hoy inconcebible, pero enton– ces racionalmente explicable por los prejuicios de los círculos no– biliarios de la época, que, ante el ejemplo de la revolución de Fran– cia, miraban en la libertad y en la Democracia, con razón o no, una amenaza y un peligro para su interés, posición y privilegio -el ge– neral que obtuvo tal victoria- maltratado y duramente ofendido siempre por los amigos de la emancipación - hombre, a pesar de todo, notabilísimo, por sus talentos administrativos y militares; gran estratega improvisado; político sobresaliente, caracterizado "por su porte afable, sus modales finos e insinuantes, su penetración sutil, su conocimiento práctico del genio y carácter de sus compatriotas, su flexibilidad y condescendencia en aquellos defectos que no argu– yesen malicia de corazón, su tino e inteligencia en halagar el amor propio del pueblo y su gloria nacional: su sagacidad en excitar una noble emulación y competencia y finalmente su maestría en dirigir las voluntades"- pareció ser el cerebro y el brazo férreo escogido por una fatalidad invencible, para estorbar las espectativas de gran– deza, y de dar en tierra con los sueños de autonomía acariciados por los defensores de América y redentores de su patria. Siendo, como llegó a ser el ídolo de sus soldados, según en breve plazo hemos de verlo, jamás pensó en utilizar sus influjos y prestigios en una acción concurrente a la satisfacción de aquellos ideales. Por él se estrelló la primera intervención argentina contra las crestas que cierran la cuenca de nuestro vasto lago interior. A esa catástrofe después se– guida de otr as y otras sucesivas sobre las cumbres nevadas e incle– mentes de la altiplanicie se deberá sin embargo en el curso de los tiempos la gran concepción de San Martín, que desviando la corrien– te restauradora de su caprichoso y ciego rumbo, la empelerá, ya no a setentrión, sino a occidente, encontrando al fin la épica senda en que sus corifeos se disparen, rectos y seguros, a las satisfacciones del éxito, al aplauso de la historia y a las bendiciones eternas de la posteridad! ... (31) Camba, id. id., págs. 60 y 61.
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