Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
96 GERMAN LEGUIA y MARTINEZ sión Ramírez de vanguardia compareció amenazante sobre las cum– bres próximas, a cuyas plantas, bañada por el Rocha, levanta sus lejanos edificios y vergeles la "ciudad jardín", risueña hija del Tu– nari; y empezó a bajar por la cuesta de las Tres Cruces, conducente al hermoso valle en que se asienta la población. Goyeneche, que mandaba el centró, no pudo tocar en la llanura sino a las tres, hora en que, unido a Ramírez, y a pesar de no hallarse presente todavía la retaguardia de Tristán, decidió dar inmediatamente la batalla. III Los jefes patriotas Rivera y Díaz Vélez, a fin de no comprome ter la ciudad, ni exponer a sus habitantes, habían escogido campo más acá a las orillas del Amiraya, río que, pasando por el pueblo de Sipesipe, cantón de este nombre, provincia de Tapacarí, va más abajo a confluir con el Tapacati. Defendían su frente con el expre– sado río, y apoyaban su retaguardia en las cordilleras, extendiendo de aquel modo dos líneas: la primera, desde un recodo del Amiraya a lo largo de este río, hasta Sipesipe; y la segunda, casi perfecta, con un centro y dos alas, tendidos paralelamente al río y a la cor– dillera y por reserva la caballería. El núcleo más respetable de la primera de esas líneas estaba en el llamado pueblo de Sipesipe. Ramírez, con el Real de Lima, el Pruro, algunas milicias y seis piezas de campaña, recibió orden de tomar el citado pueblo a todo trance. A las cuatro en punto dióse sobre él una temible carga a la bayoneta, que las tropas bisoñas independientes, a pesar de su heroico esfuerzo, no pudieron resistir, y el pueblo fue ocupado. Desbaratada la primera línea, en ese choque que puede decirse parcial, y replegada sobre la segunda, Goyeneche y Ramírez unidos iniciaron la verdadera batalla. Vivo fuego de una hora, en que los contendores batiéronse con bizarría en todos los ámbitos de su campamento, dió por resultado, al anochecer, la destrucción de la infantería patriota. La caballería entonces adelantóse dividida en dos grandes columnas, con intención de cortar a los realistas triun– fadores, copar sus desparramados cuerpos, y reponer las ventajas perdidas, envolviéndolos a todo galope y simultáneamente a derecha e izquierda por su abierta retaguardia. Goyeneche y Ramírez forma– ron en cuadros, resistieron las primeras impetuosas cargas y luego, desplegados en línea cerrada, productora de una lluvia de proyectiles, pusieron en fuga a sus contrarios. La noche había descendido, y es– tos, a favor de ella, emprendieron retirada.
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