Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

GOYENECHE EN EL ALTO PERU 99 El sanguinario Benavente, ya conocido por sus fechorías desde los revueltos tiempos del infeliz Túpac Amaru, fiera tanto más se– dienta de exterminio cuanto más vieja y gastada, gozóse en la ma– tanza de los prisioneros, que desaparecieron a centenares. Repleto de carne humana, tornóse a sus cubiles y guaridas del Desaguadero, barriendo con los residuos de la insurrección hacia Larecaja y Oma– suyos; Astete, con igual comisión, siguió camino de Pacajes y Sica– sica; y Lombera, hacia los Yungas, Inquisive y Caracato. Pumacahua y Chuquihuanca fueron destinados a despejar la senda de Oruro y Cochabamba, hasta Potosí. Tranquila y asegurada de este modo la retaguardia del ejército de línea, y restablecidas las comunicaciones con La Paz, Puno, Cuzco, Arequipa y Lima, Goyeneche determinó continuar las opera– ciones en sentido sur, ganoso aun de penetrar en las provincias argentinas, y hasta forjándose la ilusión de echar por tierra, con la ayuda de los defensores de la plaza de Montevideo, el novísimo Estado platense, y allí restablecer, sobre sus ruinas, el virreinato español de Buenos Aires. ¿Dónde estaban y qué hacían, entretanto, los vencidos de Hua– qui y Sipesipe? VI Gobernaba la provincia de Chuquisaca el gran patricio don Juan Martín de Pueirredón, allí colocado a su paso por Castelli ( 13 de noviembre de 1810), cuando llegó a dicha ciudad éste último, en partida veloz a Buenos Aires, con lo que el primero impúsose del éxi– to funestísimo de Huaqui. Aquel gobernador con todo, permaneció tranquilo, sin más que tomar las suficientes precauciones, sabiendo, como supo, por el propio Castelli, que los patriotas vencidos hallá– banse todavía en situación de concitar vigorosa resistencia en Co– chabamba. Era esto a los últimos días de junio. Dos meses después, el 23 de agosto, presentósele asimismo Díaz Vélez, derrotado en Sipesipe; de acuerdo y en compañía con el cual, antes de hacerse público aquel descalabro, que parecía ahogar toda esperanza en las zonas del Alto Perú, partió Pueirredón acelerada– mente a Potosí, con el propósito de salvar los caudales del fisco allí existentes. Cargó, en efecto, con un millón de pesos empozado en cajas, necesario para escudar el territorio argentino, indudable– mente expuesto a una invasión del ejército vencedor; hecho lo cual, uno y otro jefe retiráronse, con su tesoro, hacia la próxima frontera de su patria, (25 de agosto).

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