Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

104 GERMAN LEGUIA y MARTINEZ Belgrano, llegado recientemente a su destino, e impartiendo ór– denes de concentración inmediata para iniciar la reorganización que se le encomendaba, fue según esto, el resorte de aquella retirada insistente de las tropas argentinas. Esto, en cuanto a la aparente indescifrable lejanía de Díaz Vélez, anteriormente tan empecinado en promover un conflicto entre sus tropas y las realistas. · Por lo que hace a la inopinada partida de Goyeneche al seten– trión, ella arrancaba de la novísima insurrección que acababa de producirse, a retaguardia del ejército, en la inmensa zona de Cocha– bamba y Oruro hasta La Paz y el Titicaca. Dejemos por un instante a Tristán y Belgrano preparando inte– resantísimos acaecimientos en la región de la frontera y sigamos a Goyeneche en su viaje al norte, hasta su vuelta a Potosí. X Los prófugos del 13 de agosto, o sea los derrotados de la batalla de Sipesipe, desparramándose por los pueblos, o refugiándose en las cumbres y entre las indiadas circunyacentes, habían mantenido vivo el odio contra los dominadores y concitado al fin una segunda conmoción, que prometía ser más amplia y más terrible. Rivera, Arce y Guzmán habíanse puesto al frente de la misma; y la heroica Cochabamba, heraldo de la independencia y vivero inagotable de pa– triotismo en el Alto Perú, había respondido, rápida y vivaz, a ese llamamiento. La hoguera resoplada prende pronto desde Oruro y Cochabamba hasta Sicasica y los alrededores paceños, por un lado; y, por otro, hasta Chayanta y Mizque. Los indios brotan a millares de los valles y quebradas, y las fogatas de aviso, señal o invitación fragata Castillo. Elió los arresta en Montevideo y los reembarca a la Península. El buque toca en el Brasil. Fuga allí Pueirredón y llega a Buenos Aires. Días después, llega el nuevo virrey Hidalgo de Cisneros, y lo apresa también; pero logra huir, protegido por su hermana (la distinguida matrona Juana Pueirre– dón de Sáenz Valiente); y se esconde en la casa de campo de su amigo Orma. Parte oculto a Río de Janeiro, donde el embajador español, marqué.5 de Casa Trujo, reclama su entrega. El ministro de Juan VI, Cautinho, lo defiende y escuda, pero bajo la condición de ir sobre Buenos Aires con fuer– zas brasileñas. Pueirredón se niega a esta sU1Stitución de una por otra servi– dumbre y huye otra vez. Cuando llega y desembarca unas veinticinco leguas al sur de la capital argentina, impónese gozoso de la revolución del 25 de mayo de 1810. El nuevo régimen le envía, ese mismo año, de gobernante a Córdoba. Pasa en seguida (1811) a la gobernación de Charcas, donde acaba– mos de encontrarle. Ya seguiremos, en lo sucesivo, sus gloriosos pasos. V. el artículo "Don Juan Martín de Pueirredón de don Antonio Zinny, apud Revis– ta Nacional de Buenos Aires, t. XIV, pá~. 3 a 10.

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