Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

106 GERMAN LEGUIA y MARTINEZ sin fondos, ni víveres, ni vestuario; y una compañía de granaderos por él enviada a Oruro en demanda de socorros, fue casi totalmente aniquilada por los indios en Huamuní, al extremo de no escapar sino cuatro de los hombres que la componían. Los comandantes de las columnas realistas no hallaban, así, punto de reposo, y ·eran muchos los que diéronse a operar en todas direcciones: Benavente, en los alrededores de La Paz, haciendo esta vez rayar en lo increíble su ingénita maldad (12); su imitador, el feroz Agustín Huid, en las provincias próximas ( 13); Pumacahua y Chuquihuanca, en Sicasica; Lombera, hacia Oruro; otros jefes, hasta Chuquisaca y los aledaños de Potosí. Y hemos visto que Astete fue a Chayanta. Goyeneche, grandemente preocupado por esta difícil situación, desprendió del cuartel general (Potosí) nuevas partidas a órdenes del coronel don José Mariano Peralta, de Imaz, de Armen– tia y del conde de Casa Real de Moneda, encargadas de pacificar las parcialidades de la Laguna, Irupana, Huari, Parco y Cinti; pero, con– vencido luego de que la conflagración general que lo rodeaba y concebía, debía desaparecer de preferencia, antes de verse enredado en nuevas operaciones del lado sur dejando en estas comprometida su retaguardia y cortadas sus comunicaciones; considerando que el número de lo~ rebeldes llegaba de instante en instante a muchos miles, cifra que, día a día, habría necesariamente de aumentar; viendo la imposibilidad de que los destacamentos en acción, aunque multiplicados, pudieran barrer y despedazar a muchedumbres que renacían, como las cabezas y tentáculos de la hidra mitológica, gra– cias a la base de recursos, al centro de propaganda y propulsión, y a los estímulos de todo orden que poseían o recibían en Cochabam– ba; y contemplando la evidencia de que, mientras se dejara indemne y subsistente aquel foco de rebeldía, nada, absolutamente nada ha– bría de adelantarse, resolvió atacar el mal en su raíz, y para ello (12} Torrente lo confiesa paladinamente: "Arrebatado este jefe (Bena– vente) por su mismo celo y lleno de irritación al ver el ningún es.carmiento ae los rebeldes . . . , creyó era llegado el momento de desplegar un carácter de dureza y severidad que dejase impresiones permanentes de la muerte que debía prometerse todo el que . . provocase los medios del rigor para .ser contenido. Por más tercos y obstinados que estuviesen aquellos pueblos, no podemos aprobar el sacrifid.o de más de tres mil víctimas ejecutados en dis~ tintas ocasiones por este jefe realista, aunque todas ellas mereciesen aquel castigo por su rebeldía y criminalidad. Hubo al mismo tiempo algunos otros. comandantes que imitaron aquel rigor en este teatro deJ sangre, y entre ellos el teniente coronel don Agustín Huici. Sentimos verdai'deramente que estos h ayan empeñado el lustre de tan heroicas campañas": vol. cit., págs. 200 y 201. (13) Id. id. id.

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