Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

116 GERMAN LEGUIA y MARTINEZ pos de oficiales y soldados, compañías enteras, abandonando sus alojamientos, lanzándose a la calle, y corriendo a la morada de Goyeneche, diéronse a pedir a gritos que el jefe muy amado no los abandonara y a exigir que continuara a su cabeza. Hasta "cometió uno de los batallones el atentado de dirigirse en armas a la casa del general, publicando que, si éste se iba, todos habían de seguirle". (20) Era el primer regimiento del Cuzco, que, "divulgada la especie de que aquél se había marchado dejó el ejercicio; y se dirigió en desor– den a la casa de Goyeneche, donde atropellando la guardia, recorrió las habitaciones exclamando que su general los había dejado. El bri– gadier Picoaga, coronel de ese regimiento, logró contener el desmán de sus soldados, asegurándoles que el general había salido a pasear a caballo y que volvería pronto" (21). Por primera vez escuchábase, proferidas a voz en cuello, frases tan audaces y francas como éstas: "Se quiere excluirnos, eliminarnos: se pretende arrebatarnos nues– tros jefes americanos: se quiere entregarnos a manos de odiosos generales europeos: no lo toleraremos ¡viva Goyeneche!" Peruanos, casi todos, eran los soldados que tal decían, como éralo la enorme Ipayoría de los oficiales, participantes, por lo mismo, de semejantes sentimientos; así que el desorden no tenía persona que quisiera sofocarlo, ni habría tenido, a no ser el propio general a quien favorecían aquellas manifestaciones. Haciendo uso, entonces, de toda su sagacidad, logró al cabo contener el bullicio, reconducir a sus cuadras y restablecer la quietud y el silencio en la población, ya alarmada por un posible y hasta probable estallido de cuartel. Proclama tranquilizadora, comendaticia de la disciplina, de la lealtad y de la subordinación, selló en apariencia el orden restaurado; pero, como el hecho mismo de recordar y promover el imperio de aquellas virtudes militares, acreditara la certidumbre del hecho que todos re– pudiaban, la evidencia de éste, así obtenida, fue algo como un toque de desbande. Desertábanse los soldados en grupos de cuarenta y de cincuenta, a punto de que, al final del mes de mayo, las bajas por abandono de filas pasaban de mil. Medidas vigorosas y precaucio– nes eficaces de Ramírez fueron aminorando el desbarajuste y su mal ejemplo; pero, tratándose de la oficialidad, el mal resultó persisten– te, incontenible. Gran número de sargentos mayores, capitanes y de– más subalternos, presentóse con toda altivez y franqueza solicitan– do concesión de licencia definitiva; concesión que hubo de darse (20) Relación del marqués de la Concordia, ápud Camba, t. I, pág. 96. Odriozola en Documentos Históricos, publicó esa memoria incompleta, cosa que hay que lamentar sinceramente. (21) Camba, vol. cit. en la nota precedente, pág. 95.

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