Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
XVIII ALBERTO TAURO Fue inmediatamente aceptada, sin observaciones; y, de acuerdo con las disposiciones reglamentarias, pasó a estudio de las comi– siones de instrucción (2) y de presupuesto (3). Sus dictámenes no se hicieron esperar, y coincidieron en el elogio tributado al autor, así como en la irre tricta aprobación de Za medida propuesta (4), que el 28 de diciembre de 1921 se convirtió en la ley 4453. Pero la solicitada a ignación no apareció en el presupuesto pa– ra el año 1922 porque a ello se opuso el erudito historiador y jurista. Y a decir verdad, el proyecto no atinó a precisar con exactitud ni aun los títulos de las "valiosas producciones" que se– rían editadas, e inclusive citaba alguna- como la "Historia de un siglo"- que sólo estaba en el pensamiento de su autor. Cla– ramente pudo reconocer una precaria adaptación a las circuns– tancias, en el tono retórico de los pronunciamientos de las co– misiones, que se solazaban con las figuraciones románticas del quehacer intelectual, y así disimulaban los lugares comunes de la opinión parlamentaria. Pero un hombre como Germán Leguía y Martínez no podía aceptar que sus acciones políticas parecieran condicionadas por el gesto de aquellos senadores, ni tolerar que el mérito de sus obras fuese vinculado a las perspectivas de su carrera. Y así como su dignidad pudo incitarlo a temer que se le creyera sujeto a precio, es obvio que su conocimiento de los hom– bres lo indujo a desconfiar de la intención que podía encubrir ese (2) La Comisión de Instrucción de la Cámara de Senadores estaba in– tegrada, en aquella ocasion, por: Ricardo C. Espinoza, Wenceslao Malina y Pablo de la Torre. (3) La Comisión de Presupuesto de la Cámara de Senadores estaba in– tegrada, el año 1921, por: Carlos de Piérola, Elías Malpartida, Julio Revoredo y Enrique de la Piedra. (4) En su parte fundamental, el referido dictamen de la Comisión de Instrucción decía: "El doctor Leguía y Martínez, como todos los hombres superiores, seres especialmente organizados, roba al tiempo horas que el descanso reclama pa– ra la reparación de las naturales fatigas que el ejercicio de múltiples fun– ciones exige, y las dedica con enérgica actividad a reconstruir la historia na– cional y recopilar nuestra legislación, poniéndola al alcance de todos con asombrosa erudición y nítida belleza. Los que así ofrendan la sagrada esencia de su espíritu para quemarlo en los altares de la idea, lo hacen sin otro estímulo que sus íntimas conviccio– nes y sin más recompensa que la gratitud, a veces tardía, de las pósteras edades, porque no siempre disponen de los medios necesarios para que el fruto de sus sacrificios s·ea visible a los demás. El Estado, entonces, cumple obligación imprescindible contribuyendo con los recursos materiales, a fin de que esas producciones del espíritu puedan difundirse y llenar sus altos destinos".
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