Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

120 GERMAN LEGUIA y MARTINEZ co del tiempo, presbítero don Matías Maestro; la implantación de espléndida escuela práctica en la calera del Agustino, comprada en parte a su propietario don Simón Rávago; la inauguración de una nueva fábrica de pólvora en el fundo que hasta el día guarda ese nombre, fábrica capaz de producir, como produjo, veinte quintales españoles por día; y, en fin, la fundición de centenares de cañones, que, con montajes perfeccionados y proyectiles numerosos, derra– máronse desde la sede de nuestro virreinato por la América toda, para intensificar la perenne y férrea represión a que el formidable virrey consagróse, de cuantos estallidos emancipadores llegaron en su época a producirse. Todo ello rodeó el nombre de Pezuela de más merecido notorio prestigio de donde ocurrió que, eliminada la primitiva designación hecha en la persona del subinspector de ejército, teniente general don Juan Hinostrosa, para general en jefe de las huestes del Alto Perú, hombre, aquél, engreído y presuntuoso, que, para aceptar el cargo, dióse a formular exigencias y a imponer condiciones inadmi– sibles; ocurrió, decimos, que Abascal expidiese, en 22 de abril de 1813, el nombramiento de Pezuela para el delicado puesto, a encar– garse del cual partió del Callao cinco días después (el 27), llevando consigo trescientas sesenta plazas de los regimientos Real de Lima y Dragones, cuatrocientos fusiles de repuesto y diez piezas de a cua– tro de montaña; desembarcó en Quilca ( 1? de junio) pasó velozmen– te por Arequipa y Puno; focó en el Desaguadero (6 de junio); si– guió a La Paz, donde levantó un empréstito de cincuenta mil pesos; prosiguió (18 de julio) con grandes precaucjones, para no ser sor– prendido por los cochabambinos nuevamente insurreccionados, lle– vando consigo cuantas tropas pudo recoger y reunir en el tránsito; entró en Oruro el 26 de julio; y, en fin, el 7 de agosto llegó a Ana– cate, y el propio día recibióse del efectivo y del comando de las tro– pas realistas. 111 Después de las derrotas de Tucumán y Salta, ésta última com– pleta y verconzosa; del descontento los desórdenes y las desercio– nes causados por la salida de Goyeneche; y de la anarqufa, la rebel– día latentes en que hallábase el ejército, no obsta~te el acerado pu– ño que en él puso el seco y tremebundo Ramírez Orosco - la causa y el tradicional crédito peninsulares estaban por los suelos. Para re· ponerlos eran precisas consagración y energía a toda prueba; pero, a la vez, prudencia aun e inmensa sagacidad. Pezuela desplegó aque– llas dotes, hasta conseguir, por una serie de ati:qados procedimien-

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