Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
122 GERMAN LEGUIA y MARTJNEZ El general argentino entró el 7 de mayo en Potosí, de donde par– tió, días después, a Chuquisaca; y lentamente, como se ha dicho, prosiguió sobre los realistas, que, comprendiendo la necesidad de alejar al enemigo de la frontera del Plata, fuente y centro de sus recursos, abandonáronle el mediodía, y se concentraron en Oruro, al occidente de la cordillera andina central, poniendo su cuartel general en Vilcapugio, con avanzadas desplegadas hasta Lagunillas. Para batirlos, el invasor tendría, pues, que buscarlos; y pSÍ lo hizo, pero caminando por el lado oriente de la cordillera enunciada para mantener contacto permanente con los patriotas de Cocha– bamba. V Era deseo vivo de Belgrano procurar un choque de importan– cia el 24 de setiembre (mes en el cual iba aproximándose a los rea– listas), para solemnizar con una nueva victoria el aniversario de Tucumán. Del 20 al 24, pues, amagó resueltamente al enemigo. Este frustró el propósito, retrocediendo a Condocondo, a la espera de refuerzos que habría de traer el cacique Choquehuanca desde Puno (Azángaro). Belgrano partió, así, en el acto, a ocupar el cuartel general español de Vilcapugio, donde a su vez quería detenerse, aguardando a ciertas tropas que, supo, encontrábanse en viaje para reforzarlo, procedentes de Chayanta y de la capital cochabambina. VI Algunas de esas tropas estaban cerca, y en uno o dos días más incorporaríanse al grueso del ejército patriota. Pezuela, ora para despistar a su contendor con las apariencias de un vasto movimien– to, dirigido a tomar su retaguardia, aislarlo de Charcas, Potosí y Salta, y cortar sus comunicaciones con la zona de procedencia; ora para impedir, como sucedió, la incorporación de los refuerzos con– trarios, simuló alzar campamento de Condocondo para flanquear al adversario, mantenido en plena quietud y mera observación, y bus– car la senda de Potosí. Disponíase Belgrano a contramarchar, con el fin de aplastar aquel propósito, cuando el general realista tornó a su cuartel general de Condocondo. Belgrano reocupó a su vez sus acantonamientos, sin percibir la maniobra ocultada por el supradi– cho movimiento, cual fue el avance de un cuerpo de quinientos partidarios, comandados por el bravo jefe argentino Saturnino Cas– tro; columna que, tomando el camino de adyacente despoblado, fue a caer subitánea sobre las montoneras aguardadas, conducidas por
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