Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
SEGUNDA EXPE.DIClON ACENtlNA SOBRI!. .t!L ALTO PERtt 123 el jefe peruano Baltasar de Cárdenas, ascendido en el campo de Salta a teniente coronel por lo heroico de su comportamiento. Tuvo efecto aquel choque en Pequereque (26 de setiembre), y resultó fa– tal para los independientes, que, descuidados, en pleno camino y en desorden, con la ciega confianza que infundíales la cercanía del cuartel general argentino, no distante ya sino una legua no tuvieron tiempo de tender debidamente línea alguna de batalla, ni de orga– nizarse en forma definida y eficiente. Lucharon Cárdenas y los su– yos como leones; pero al fin hubieron de dispersarse y huir en pos de altura y riscos, ofrendando éxito barato al enemigo. Este persi– guióles tenazmente; pero luego suspendió esa persecución con tal tino y tan dichosa oportunidad, en lo tocante a las conveniencias generales de su bando, que retrogradó a tiempo para decidir con su presencia, en el momento clásico, el próximo triunfo de los realistas. VII Datos ciertos, obtenidos en esta nota de Cárdenas (por corres– pondencia cogida en los aledaños de Pequereque), informaron a Pezuela de que, por ruta distinta, inabordable de momento para este general, venían otros mil quinientos cochabambinos a órdenes del bravo patriota N. Celaya, destinados a unirse con las indiadas de la región, lista ya para moverse, coger por retaguardia a los rea– listas y embestirlos en combinación con el ejército. Sábelo el gene– ral realista, decidido a jugarse el todo por el todo; y, sin más vacila– ciones, comprendiendo que no hay que perder minuto, y que la ra– pidez en el obrar suple muchas veces la eficacia de la táctica y del número, y hasta es brillante culminación de la primera, pónese en marcha súbita y silenciosa, desde Condecondo, a las doce de la no– che del 30 de setiembre; escala con buenos guías la cordillera cen– tral, en punto y dirección donde, por falta de toda senda preexis– tente y practicable, vese forzado a soportar toda clase de tropiezos y penalidades; tramonta la escarpada cumbre al amanecer; y, en fin, a las siete antemeridiano del 1? de octubre, desciende a la vista del cuartel general patriota, con asombro de Belgrano, que no ha soñado siquiera con semejante movimiento, y en el momento mis– mo en que Saturnino Castro, vencedor en Pequereque, emprende igual paso a la izquierda, de Ancacato a Vilcapugio, por orden opor– tunamente recibida la víspera del campo de Pezuela.
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