Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

126 GERMAN LEGUIA y MARTINEZ X Tal es la situación, cuando ¡en desgracia! se presenta de refres– co Saturnino Castro, el triunfador de Pequereque, que, bajando des– cansado y en perfecto orden de las colinas de Huari, correspondien– tes, frente por frente, a las de Vilcapugio, entra en la llanura donde casi toca a su término la batalla; y, aprovechando el desconcierto con que los independientes, ya entregados al entusiasmo y desor– den del ímpetu final, persiguen al centro realista, embiste a su vez por retaguardia a los victoriosos, que, sorprendidos de aquel no– vísimo ataque, y oprimidos a la par por espalda y frente, danse a una deshecha tanto más amplia cuanto menos prevista. Pezuela y Tacón logran renovar la brega; y, así realentados por auxilio tan oportuno, recobran en poco espacio lo perdido, mientras Ramírez despliega sus últimos bríos sobre los repechos de Vilcapugio, refu– gio de la izquierda argentina. Desbandada ésta, acuden al centro Olañeta, Picoaga y el enunciado Ramírez. Castro acuchilla sin pie– dad a los engreídos, momentáneos vencedores. Suya es la gloria del éxit'o, similar de aquella que, con circunstancias casi idénticas, obtendrá el inmortal Suárez en Junín ... Es la una de la tarde. Belgrano, en pleno atolondramiento, no despedazado, pero vencido, se retira. A las dos, comparece aun, pa– rapetado en los abruptos montes dominantes de su excuartel ge– neral. Pezuela, fatigado, exhausto, necesitado de recoger a sus in– numerables dispersos, no se atreve a buscarlo. El vencedor queda en el llano. Belgrano, al cerrar la noche, aléjase camino de Macha, lugar en el cual hace alto para reponerse. Confiando en otra segura victoria de las tropas de Belgrano, Paillardelle y Calderón renuevan en Tacna el grito heroico del in– fortunado Zela (3 de agosto); pero ese grito es, veintiocho días des– pués, ahogado en la adversa acción de Camiara, por las fuerzas de García Santiago, salidas de Arequipa. La causa del Perú no hace otra cosa, en aquel sangriento campo (31 de octubre), que prestigiarse con el sacrificio de nuevos mártires. Aún no ha sonado la hora en que dicha causa véase propiciada por los decretos de un venturoso destino ... La fatalidad ha aplazado, esta otra vez, la independencia pe– ruana, indudable en el caso de vencer las huestes argentinas: "Vil– capugio, dice Torrente, ha salvado el virreinato del Perú" ... (4). (4) Op . et . vol. pág . 358.

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