Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
SEGUNDA EXPEDICION AGENTINA SOBRE EL ALTO PERU 127 XI Belgrano, ganoso de desquite, se procura tiempo para engrosar las filas de su ejército, cuyos dispersos van, poco a poco, llegando al nuevo cuartel general; y hace que, al efecto, hostilicen a Pezuela los indios y montoneras que, de no haberse apresurado a buscar un choque inmediato el general español. pudieron haber coadyuvado eficazmente en Vilcapugio a la pérdida del mismo. Así que las grue– sas partidas comandadas por Cárdenas y Lanza, conságranse a sitiar y embestir frecuentemente al ejército real, y entretiénenlo con una serie de acciones, insignificantes, pero continuadas, que le dan en que ocuparse todo el resto del mes de octubre. Entre tanto, se incorporan al creciente núcleo del general patriota, los mil qui– nientos cochabambinos que conduce el comandante de milicias Ce– laya; Díaz Vélez apronta auxilios en Potosí, que trae oportunamenté' a Macha; y otros jefes hacen lo propio con refuerzos organizados precipitadamente en Chuquisaca y Santa Cruz de la Sierra. Belgrano, con algo así como cuatro mil hombres, desgraciadamente colecti– cios, se atreve a encararse con la fortuna; y acampa en el llano de Ayohúma, decidido a aguardar allí a sus adversarios para lo cual procura adiestrar a sus soldados con los más rudos y constantes ejercicios. XII Pezuela, por su parte, levanta campamento de Condocondo, a donde se ha restituido después de la victoria; y, deshechas o recha– zadas a distancia las montoneras que lo cercan, parte de ese lugar (30 de octubre). Cambiado está en forma favorable el espíritu de su gente, reconfortada por el éxito, si sangriento, dichoso, de la ac– ción anterior; y es natural que busque la gloria de otro triunfo más completo, en pos del cual avéilnza sobre Belgrano. El 4 de noviembre llega a Ancacato; el 8, a Callampallani; y el 11, tras difícil y fatigosísima marcha, empieza a tramontar las sie– rras fragosas de Taquirí. Está a tres leguas de los independientes. El 31, ya sobre las cumbres, reúne una junta de guerra. Con un an– teojo se examina el campo enemigo, brillantemente posicionado, pues ha recostado su centro contra la estribación opuesta de la montaña; pone el río como valla a su frente; y extiende sus alas, apoyadas estratégicamente en los montes laterales. La junta resuelve pre– sentar acción campal al día siguiente. En la madrugada está todo expedito para la acometida, contemplada previsoramente en sus de-
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