Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

134 GERMAN LEGUIA y MARTINEZ hiles guaridas de Tucumán, mal podía, alebronado y macilento, disputarle el paso. Vigodet, con su pujante guarnición de Montevi– deo, tendíale la mano, lista para el postrer golpe, cierto e ineludible, según su esperanza. Pronto, conforme a ésta, veríase repuesto, de rodillas bajo la ibérica enseña, el virreinato rebelde de las Pampas y los ríos orientales. Por dicha para la América, tales ensueños desvanecíanse al soplo simultáneo de dos patriotismos, generadores de acontecimientos ex– traordinarios. A vanguardia del invasor, surgirán las figuras nobilísi– mas de dos hombres, jóvenes y nuevos llamados a restaurar la patria argentina, semiperdida; a retaguardia del mismo, como esas burbu– jas ardientes que aquí y allá salpican la superficie de los manantiales térmicos, rebrotarán pujantes las malcontenidas, las siempre latentes potencias y abnegaciones de los esforzados pueblos altoperuanos. Y más todavía: la vieja Roma de los Incas, la patria de Manco, Cahuide y Túpac Amaru, sacudirá la cerviz ha siete lustros humillada y em– puñará la maza pétrea de sus mayores, poniendo en grave peligro de muerte la ya manoseada y maltrecha hegemonía peninsular. ¿Cómo, todo ello? Veámoslo. IV Recuérdese que, enviado por Belgrano, Alvarez de Arenales habíase constituído en la renitente Cochabamba, encargado de reunir organizar y disciplinar técnicamente, fuerzas que, a la brevedad po– sible, partiesen a Potosí, en combinación y auxilio de las no abun– dantes pero sí gloriosas, triunfadoras de Tucumán y Salta, que a la sazón procedían en alcance de Pezuela y sus tropas. Efectivamente, Arenales había logrado despedir algunos refuerzos con el caudillo patriota Cárdenas; refuerzos que, incrementados al paso por Cha– yanta y Mizque, habían, por desgracia, perdídose en la sorpresiva acometida de Pequereque, cuyo héroe -lo sabemos- fue el coman– dante salteño Saturnino Castro. Seguidamente, habían salido los mil quinientos hombres de Celaya que no llegaron a incorporarse al cuartel general de Vilcapugio, por haber, días antes el marcado para su arribo, sobrevenido el desastre de aquel nombre; pero sí lo hicieron en acción más urgente, engrosando las filas argentinas en– tonces preparadas para el nuevo choque de Ayoúma. Conocido el éxito fatal de esta segunda acción, Arenales, que midió con ojo experto ese alcance y consecuencias, apresuróse a reunir en la zona cochabambina, de la que ya había sido electo go– bernador, cuantos hombres y caballos, armas, municiones, víveres y

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx