Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

138 GERMAN LEGUIA y MARTINEZ padas, abrumadas y en peligro, mal podrían garantir la sumisión de esos pueblos o siquiera su aparente tranquilidad. Encarecida, casi llorosamente, pidió, pues, por su parte, particu– lares y urgentes socorros al cuartel general de Jujuy; tanto más pre– miosos, cuanto que a cada hora arreciaban las dificultades; y, así, el comandante Manuel Valle, que acababa de relevar a Benavente, "no pudiendo sostenerse por más tiempo, avisaba tener que retirarse de La Laguna a Tarabuco"; el comandante de la Barra anunciaba terri– bles "pérdidas experimentadas en Vallegrande"; y otros subalternos participaban "los nuevos alborotos del partido de Cinti, por el ca– rácter, decían, conocidamente movedizo" de sus habitantes (7). Pezuela, ocupadísimo a la fecha en batir a los valientes gauchos de Dorrego y Güemes, que, "con habilidad suma, interceptaban la comunicación de sus cantones y estorbaban en ellos la introducción de víveres" (8), mal pudiera enviar los cuatrocientos hombres que se le pedían para cada una de las ciudades de Oruro y La Paz, ésta inquieta ya con los rumores que corrían de una vecina revolución en el Cuzco, Puno y Arequipa, rumores que confirmáronse al estalli– do de la rebelión Angulo-Pumacahua; y apenas si remitió al desaso– gado Lombera "un batallón y algunas compañías, para que atendiese a los puntos más urgentes" (9). Compréndanse la impaciencia, la desesperación casi, del gober– nador de Potosí, al verse, con tan ridículos auxilios, en presencia de las dos aplastantes novedades que, como súbitos sucesivos ra– yos cayeran, sobre él a los pocos días: H la rendición de la orgullo– sa, de la indomable Montevideo, por la expedición platen§e del joven general Carlos Marín Alvear; y 2l!- la colosal revolución promovida en el Cuzco por el ya mencionado brigadier don Mateo Pumacahua... IX Con estas últimas líneas, ya habrá el sesudo lector dádose cuenta de cómo eran gravísimos los sucesos ocurridos en Buenos Aires, si– multáneamente con aquellos que hemos visto tocar a su culminación en el Alto Perú, hacia la época en que Pezuela, como pronto veremos, disponíase a continuar su campaña de penetración antiargentina, di– rigiéndose en son de guerra sobre Salta primero y luego sobre Tucumán. El 8 de octubre de 1813, esto es, siete días después de la de- (7) Camba, op . cit ., vol. I, pág. 116. (8) Id . id. id., pág. 114. (9) Torrente, loe . cit. pág. 16.

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