Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

PROLOGO XXIII ma hubo de ser adaptado a las exigencias del teatro; y rindiendo parias a la sensibilidad de aquellos años, volcó su inspiración en Dos Huérfanos, una "leyenda original" con acentos que denotan claramente la influencia de Zorilla y Núñez de Arce. La primera muestra la oscura pasión que unió los destinos de un cura y una hermosa cuanto amante mujer, cuya muerte arrastró al pecador hacia la desesperación; y la segunda refiere, morosamente, la pu· reza que en diversas latitudes conservaron dos huérfanos, a pesar del abandono y la adversidad, los halagos engañosos y la ambición, hasta encontrarse y lograr su felicidad en mutuo deliquio. Es ob– vio, pues, que ambas leyendas presentan las fases contrapuestas del alma humana, en cuanto es movida por sentimientos inconfesa– bles o legítimos, tormentosos o plácidos; y son creaciones modela– das según la concepción romántica de la vida, que idealmente opo– nía el bien y el mal, la íntima satisfacción por el deber cumplido y la angustiada sordidez, el premio y el castigo. Pero esos amables frutos que hicieron leve el retiro de las noches quiteñas, queda– ron sin sucesión: porque los azares de la guerra peruano-chilena impidieron proveer al sostenimiento de la legación, cuando Lima debió afrontar la defensa contra la invasión enemiga, y el joven adjunto debió tornar al país. Reunióse con sus padres (1881), que a la sazón se hallaban establecidos en Piura. Y cuando las operaciones bélicas cesaron, toda la familia trasladóse a su viejo hogar de Lambayeque (1883). Germán Leguía y Martínez ejerció allí su actividad, en forma tan ambiciosa como fecunda, y en armonía con las orientaciones con– ducentes a la elevación cultural y la solidaridad social. Fundó el "Instituto Lambayeque" (1883-1887), un colegio de educación se– cundaria cuyo nombre parece dirigido a excitar el orgullo local; coadyuvó a la formación de un club liberal, significativamente identificado bajo el lema de "Fraternidad y Progreso", y cuya in– quietud se reflejó en la edición de un períodico llamado El Fénix (22-III-1887 a 30-VIII-1892); y escribió La Calumnia, drama en cua· tro actos, indudablemente inspirado en los efectos morales de la maledicencia pueblerina y enderezado a la corrección de las cos– tumbres, que se estrenó en aquella ciudad y, sucesivamente, en Cajamarca, Chiclayo y Lima. Como secuela de aquella múltiple labor, logró entonces una relativa consagración: como escritor, al obtener la primera mención honrosa en un concurso poético inter– nacional, convocado por el Ateneo de Lima, en conmemoración del tercer centenario de la canonización de Santa Rosa (1886); y como

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