Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

XXVI ALBERTO TAURO tes se propuso. Su participación fue tan lúcida como destacada, en los debates originados por la presentación de un proyecto fa– vorable a la libertad de cultos; en .la oposición al establecimiento del estanco de la sal; en la discusión de la ley electoral de 1896 y la defensa de la comprometida efectividad del sufragio; y en la crítica al Código de Justicia Militar. Como, hombre con sólida formación doctrinaria, relacionaba la ventura social con el pleno ejercicio de la libertad, dentro de los límites de la razón y el de– recho; y pugnaba por coactar los privilegios o los abusos que obstruían la armonía entre los principios y la realidad. Por eso sintióse compelido a expresar sus objeciones a las presuntas de– formaciones o infracciones de las normas justas. Y obtuvo un ha– lagüeño reconocimiento de su ejecutoria personal cuando fue exal– tado a la primera vicepresidencia de la Cámara de Diputados (1897- 1898): pues, habiendo sido destinada la presidencia a Carlos de Piérola, hermano del Presidente de la República, podría aceptarse como verdadero el razonamiento de Don Quijote -cuando aludió a las vicisitudes de los premios literarios, en su diálogo con el Ca– ballero del Verde Gabán- y apuntar que el primer lugar suele destinarse "al favor o la gran calidad de la persona", en tanto que el segundo "se lo lleva la mera justicia". Como representante de la Cámara de Diputados, Germán Le– guía y Martínez integró la Junta Electoral Nacional, creada por la ley sancionada el 20 de noviembre de 1896; en ella expresó su oposición a los procediniientos que parecían destinados a imponer una candidatura oficial; y como fuera decretada la inhabilitación de dicha Junta (24-IV-1899), advirtió que así se había viciado el desarrollo de las elecciones mismas. En consecuencia, se abstuvo de postular a un nuevo período legislativo; y al término de su mandato consagróse al ejercicio forense y a las tareas que reque– ría la dirección del "Liceo Internacional". Pero no declinó su vital interés por la política, vista como un instrumento de la vigilancia ciudadana sobre los trabajos gubernativos; y quizá reconoció la honesta inspiración de los virulentos embates que Manuel Gonzá– lez Prada lanzara contra los fariseos y los traficantes. Por eso es– timó las posibilidades renovadoras que la educación y el derecho franqueaban a la acción del pueblo, y colaboró con Augusto Du– rand en la formación de un partido cuya acción no reconociera compromisos con el pasado: el Partido Liberal, que eventualmente se alió con los demócratas para hacer oposición al tradicionalismo civilista, y a cuyas orientaciones iniciales aportó el concurso de sus luces, como miembro de la primera junta directiva (5-X-1902).

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