Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
ORIGENES DE LA ESCUADRA CHILENA 529 pidiendo el trato frecuente y estrecho que conviene a unos con otros, e introduciendo armas y municiones en los puntos en que continúa el fuego de la rebelión desobedeciendo a m i soberana vo– luntad. Tal situación y tan crecido mal interesa mucho mi sobe– rana atención, para aplicarle todos los r emedios que sean posi– bles o imaginables" ... Esos remedios se pusieron en práctica; pero para escollar de nuevo ante la osadía y el denuedo de los libres, como vamos bien a verlo por los gloriosos sucesos de que muy pronto pasamos a tratar. XXIII Era Guillermo Miller uno de los muchos militares ingleses ce· santes en el momento de acabarse las guerras napoleónicas, que ora por amor a la carrera y decisión férr ea de continuarla, en cualquier teatro bélico, fuera cual fuese; ora por amor sincero de los ideales y derechos planteados y defendidos en la contienda de las naciones americanas contra España acudieron gozosos a ofre– cer sus servicios en esa brega, ya tan sangrienta como larga. Había Miller nacido en Wingham; comprehensión del con– dado de Kent (Inglaterra) el 12 de diciembre de 1895; y, en con– secuencia, al efectuarse el combate de 27 de abril de 1818, entre la "Esmeralda" y la "Lautaro" contaba apenas veintidos años, cua– tro meses y quince días de edad. Vástago de padres que en el condado ocupaban buena posición, recibió educación concorde con sus an– helos y posibilidades; y fue una vocación invencible la que lo in– clinó hacia la profesión de las armas. En 1811 acabó buenos es– tudios; entró en filas, y partió en ellas, enrolado en un cuerpo de artillería del ejército que, a órdenes del duque de Wellington, lu– chó y venció al capitán del siglo en los campos de Waterloo (18 de junio de 1815). Tenía entonces veinte años escasos. Acabada la guerra, en esa y por esa batalla campal, quedó Miller fuera de ser– vicio; y fue entonces cuando, a imitación de muchos de sus com– patriotas, decidió venirse a América y poner su espada a órdenes de los defensores de la libertad y la independencia a1:1lericana. Pre– sentóse al gobierno de Buenos Aires, quien se apresuró a aceptar los servicios de un oficial, como ese, perteneciente al arma de ar– tillería, hasta entonces necesitada urgentemente de buenos instruc– tores, jefes y oficiales. Diósele despacho de capitán del arma (22 de octubre de 1817) y enviósele inmediatamente a Chile (6 de ene– ro de 1818) a órdenes de San Martín, p ara que prestase servicios en el ejército de los Andes, en cuyas filas entró en las Tablas, lu-
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