Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

THOMAS COCHRANE 551 En él sa1ió a la mar el celebérrimo marino, a la sazón mero capitán de corbeta, ya iniciad0¡, por esa larga lucha, en la estrategia del corso, sus ardides y sorpresas, acechos, asaltos y abordajes, duelos a muerte, combates cuerpo a cuerpo, matanzas y saqueos inescrupulosos, peligros de cada instante y vigi1ancia insomne per– manente. Infundidos su e~píritu y arrojo en el pecho de sus subor– dinados, todo fué empezar la campaña, y hacerse el terror de los mares franceses y españoles. En trece meses escasos, aprehendió cincuenta buques, entre ellos el de guerra peninsular la "Carolina", arrebató ciento veintidos cañones, hizo quinientos treinta y cuatro prisionero~, cogió fabuloso botín, y consumó hazañas mitológicas, increíbles, que desparramaron su nombre y. el de su buque por todo el orbe, brindándole celebridad universa'!, por nadie hasta entonces conquistada en tan reducido espacio y con tan limitados elementos. Sus recursos para salir de cualesquiera dificultades, según frase de su jefe superior en el Mediterráneo Lord Collingwood, "eran ina– gotables y jamás tenían término". Rapidísimo en concebir y en ejecutar, nada, sin embargo, ni lo más pequeño, escapaba a su pre– visión pasmosa, calculadora de todos los casos y remediadora de los más graves inconvenientes. Como flecha disparada certeramente a su blanco, aparecíase en el momento menos esperado, y abrumaba a los adversarios, aún inmensamente superiores, con lo súbito de las acometidas y lo inimaginado del atrevimiento. Nunca descuidó de aprovechar hasta las ventajas mismas con que respecto a él pa– voneábanse altaneros y en plena seguridad sus enemigos. Tal ocu– rrió con la fragata española "Gamo", tripulada por trescientos die– cinueve hombres, o sea por el séxtuplo de la marinería del "Speedy" y fuerte de treinta y seis cañones de grueso caHbre. Cuando, al encontrarse con ella en plena mar, t,odos, propios y extraños, cre– yéronle perdido, Cochrane sin hacer un solo disparo, lanzóse de frente sobre su engreída presunta capturadora, hasta pegarse a su casco en un cuasi choque tildado de locura y cerrar vergas en los propios aparejos de 'la nave temida. Pronto pudo palparse lo pe– netrante y cabal de su pensamiento. Siendo el puente de la fraga– ta elevadísimo, todos los tiros de ésta, esas formidable~ andana– das despedidas sobre la menospreciada corbeta británica, rugie– ron y cruzaron por todo lo alto de ésta sin ofenderla, en tanto que el cañoneo de las piezas de Cochrane barría con la contraria cu~ bierta, arrasaba su alcázar, aventaba como una pluma su arbola– dura y derramaba la muerte. Enfurecidos los españoles, intenta– ron el abordaje, burlado instantáneamente por el bizarro capitán del "Speedy", que, desabracando en retroceso veloz, rompió en un

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