Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
THOMAS COCHRANE 555 cumbrado instituto, árbitro marítimo del orbe, pídele una escuela de destrucción de la escuadra francesa, a la sazón estacionada a la desembocaaura del Charente, en los surgideros de la isleta de Aix– Rbad, tan trístemente célebre, seis años después, por haber allí el capitán del siglo entregádose a los ingleses, embarcándose en el "Beleforonte". Cochrane formula el anhelado proyecto: consiste en el preparado de brulotes, embarcaciones - depósitós de materias ex– plosivas e inflamables; en su lanzamiento sobre los barcos enemi– gos, matemáticamente calculados el impulso, el choque, la descar– ga y el incendio; y en el aislamiento próximo de la escuadra ingle– sa, bloqueadora de 1a Charente, el Rochefort y las islas de Oleron y Re, para una intervención oportuna y eficaz en los instantes en que el pavor y la confusión consiguientes a la inopinada hostilidad, hagan tardía o flaca la actuación de la escuadra sorprendida; o cuando provocando e'l egreso y la disgregación de sus unidades, ofrezcan éstas ocasión, y facilidad de abocarlas y cogerlas sucesiva, aisladamente. Aceptada la idea con entusiasmo, el proponente recibe man– dato perentorio de traslación al teatro de la presunta empresa. Puesto a las órdenes del almirante Gambier, jefe de la escuadra británica de aquella zona y supremo cooperador del plan en ges– tación, conságrase Cochrane con febril actividad a la realización del proyecto. Todo al fin queda expedito para cónsumarlo. Cae la noche del 12 de abril de 1809, y los brulotes ideados por el gran marino parten, como leves proyectiles, sobre el núcleo de sombras que, a manera de una procesión de fantasmas dantescos, alza, sobre el ondeante lomo del fondeadero, la simétrica red de cascos y arboladuras de las naves francesas. Una tempestad de ex plosiones atruena, enciende y sacude los aires. Cinco navíos y una fragata zozobran, llamean, se tumban y hunden en los abismos. El resto, inclusive la almiranta del comodoro Martín, impelido por el pavor, leva anclas, vuela y sale del puerto. Gambier, aunque debi– damente advertido, descuida o procura débilmente la fácil caza de esa como bandada de gaviotas que desparrama repentino rayo; y, por emulación, ineptitud o cobardía; y herido por el fracaso, furio– so por la decepción, levanta el grito en su cámara, y embiste sin piedad contra la conducta y la reputación del almirante Gambier, concitándose la venganza de la poderosa casta a que su émulo está vinculado, y principalmente la cólera del ministro de marina, que hace suya la causa de este.
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