Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
578 GERMAN LEGUIA y MARTINEZ rapidez, y convertidos en blanco de los tiros, certeros o no, de cua– t rocientas bocas de fuego. ¿Retirarse? Imposible! Imposible, físi– ca y moralmente . Esto último, porque el lord, según sus propias p alab r as , " sabe que el efecto moral, aunque fuere resultado de la t emeridad, sup le la falta de fuerzas superiores", y porque "no quie– re, retirándose sin h acer un tiro, producir en el ánimo del enemigo, resultados opuestos a los que se propone alcanzar" (35). Veloz, pues, como el rayo, amarra con codera sobre sus propios cables " por el t ravés de las embarcaciones contrarias"; gana uno de los claros con que se enrarecen las filas de éstas; introdúcese osado hasta el propio centro del reiterado semicírculo; colócase de modo que la "O'Higgins" quede en frente de la doble línea trazada por la flota hispana. entre ésta última y la faja costanera de los castillos, por manera que la almiranta no puede ser ofendida sin daño evidente y simultáneo de las naves españolas; sitúase a sólo mil varas de la playa; larga un solo anclote por la popa; manda izar en ese instante la bandera de Chile con un ¡hurra!; y así, a la esp ía, emp ieza su ofensiva estratégica, devolviendo el cañoneo, con maestría por tales condiciones desahogada y certera. Los neutr ales abandonan el surgidero, y pónense fuera de tiro, gozosos de presenciar el heroico reto. Las b ater ías de tierra, cohibidas por la estratagema, suspenden sus disp aros , 0 los despiden por elevación. Cochrane ríe del pro– cedimiento, que casi le resulta inofensivo; y pasea, como soberbio león, a cuer po gentil sobre la cubierta. Acompáñale Miller. Uno y otro ostentan aquella serenidad que parece ser exclusivo atribu– to de los inmortales (36). Y el hijo del almirante, el pequeño Tho– mas , que le acompaña en el crucero histórico, aprendiz de marino (35) Memorias, págs. 9 y 10 . (36) "Las cualidades distinguidas del lord Cochrane jamás brillan con tanta gallardía como en m edio de los p eligros y el calor del combate. Este experimentado general es notable por la viveza con que percibe la venida de las balas y la exactitud con que acierta a fijar su dirección. En la acción que poco d espués ocurrió en aquel mismo punto (el Callao), estaba sentado Cochrane sobre los cois, con una pierna a cada lado del costado del buque, según su cost umbre; y el mayor Miller en el alcázar, de pié sobre una carro– nada, e inmediato al almirante, el cual le dijo: "Una bala viene recta a noso. tros; pero no hay que moverse, porque dará más bajo"; y, en efecto, entró precisamente por la porta sobre que estaban ambos. Esa bala llevóse la ca– beza de un marino, que se dobló para huír de ella, e hirió a cuatro marine– ros''. Miller, Memorias cit s. vol I, pág . 185.
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