Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
588 GERMAN LEGUIA y MARTINEZ para secundar la operación vertiendo el espanto de las granadas de espoleta, avanza Forster 8.1 mando de una bombardera ad hoc. El plan de Cochrane es. más o menos. el mismo del lle Aix– Road, allá fracasado por la ineptitud o la envida de lord Gambier; lanzar, uno tras otro, los brulotes; incendiar con ellos si es posible o en último caso aterrar con el flamígero estruendo a los barcos españoles; estar a la mira y a la caza de estos últimos; y, en con– secuencia, o destruirlos de momento, o asaltarlos, abordarlos, y apresarlos, a machete y hacha limpios, en el desorden y el pánico derivados de la situación. XXVII "Temerariamente", como dicen los mnemógrafoSi hispanos ( 49), Cochrane avánzase "hasta el muelle", a fin de "distraer la aten– ción del enemigo" (SO) y ocultar el lanzamiento del primer bru– lote. Ese brulote es el "Lucero", que, como se ha dicho, corre a cargo del teniente Lowson. Marcha el buquezuelo premunido de los necesarios arpeos de abordaje, pendientes del bauprés y de los peñoles de sus vergas, para en el momento crítico ser adherido a alguna de las fragatas enemigas; simular el abordaje; y, en vez de realizar éste, prender fuego a la mecha; abandonar el barco; ocupar los botes de ~,alvamento, llevados a remolque para el obje– to; y alejarse del punto, a todo remo, en el intervalo precursor de la descarga. Parece que tcdo va a salir dichosamente, cuando un centinela o vigía de las la~chas realistas cañoneras da la señal de alarma. Instantes después, las fortalezas truenan con sus andanadas. Cochra– ne, por su parte, despide sobre ellas una lluvia de proyectiles. En pocos minutos el cañoneo es general. Lowson se dispara como un rayo con su brulote, en busca de los blancos elegidos; pero uno de los disparos de; tierra - bala rasa que llega a agujerar el fondo– deja a la pequeña nave en la imposibilidad de ser dirigida. El teniente que la gobierna, conforme a las prevenciones de su jefe, y más que todo por las circunstancias que lo rodean, desampara la embarcación y enciende su guía, y la avienta solitaria en la es– peranza de que vaya por sí misma a reventar en el objetivo o pró– xima a él, exclusivamente impelida por las olas. Pero esa esperan– za marra tristemente. El "Lucero" se hunde antes de toda explo– sión, ya más o menos emplazado a tiro de fusil de las fragatas. (49) Camba, t. 1, pág. 305; y Torrente, vol, II, pág. 494. (50) Memorias, pág. 16.
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