Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

EL LORD EN VALPARAISO 613 IIII Así se hace (3 de mayo). La división leva anclas del Callao. Y Blanco incide en una segunda falta, que ya no sólo acusa pusilámine índole, sino imprevisión infantil inexplicable. Pudiendo y debiendo dar av'iso a los patriotas de Lima u otro punto, que, como se ha di– cho, enviaban a la escuadra independiente frecuentes avisos y co– municaciones, ninguna indicación dejó acerca de su viaje, expo– niendo, como expuso a Cochrane, a temer por su suerte; a intran– quilizarse con su desaparición ignorada y misteriosa; a hundirse en las dudas y suposiciones más fatídicas; y a desatarse, en fin, en pe– regrinación, si provechosa, errátil, trepidante, ciega, para su busca, descubrimiento y protección. Poca diferencia, por cierto, entre es– ta cuasi fuga, antimilitar, muda como el delito, sorda y avérnica co– mo la traición; y la furtiva, rastrera evasión del recluta, a quien la nostalgia del terruño arranca de las filas, más, quizá, que la cobar– día o el terror. Mientras oficiales y marineros, que en el lamentable yerro des– conocen toda responsabilidad, navegan jubilosos sobre la senda que los lleva a la patria, Guise hace aquel retorno sin gusto, desconten– to, profundamente contrariado; tan contrariado que, de paso, in– tenta varias veces un desembarco, en pos de los anhelados víveres, sin vislumbrarlos en la yerma costa que se desenvuelve desde Pis– co hasta Atacama. De encontrarlos, su voluntad habría sido volver al puesto del deber y del peligro, y hacer, tal vez, que a igual cosa se inclinasen los demás; falta gravísima que va a echarle en rostro el jefe expedicionario desertor, hasta el punto de solicitar su en– juiciamiento, no obstante ser aquel jefe, el verdadero y único culpable (1). (1) En carta a O'Higgins -de S de junio de 1819- Blanco, desde su pri– sión, decía lo siguiente, respecto a Guise: "Con esta fecha pido a Ud. (oficiaL mente) se ponga en consejo de guerra al comandante del "Lautaro'', por su separación arbitraria y siniestra, atropellando todas las leyes del honor y de la milicia, e irse a los puertos de la costa a buscar víveres, y a quien sólo circunstancias de no hallarlos obligó a cumplir lo mandado. Si yo sufro con menos causa, mereciendo mil consiCieraciones más ( !), no es posible tolerar que un extranjero no se dirija sino por su capricho. Yo espero que Ud., en honor mío y del país, no deje pasar este escandaloso acto".- Apud Bulnes, t. 1, op. cit., pág. 285.- La censura del desobediente jefe es la mejor ala– banza del desobediente Guise hombre que, en plena obediencia, porque esta. ba haciendo el viaje vergonzoso a que malamente se le forzaba, procuraba el remedio de ese mal y esa vergüenza, sin violación de la disciplina ni perjuicio evidente para nadie. Muy al contrario.

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