Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
EL LORD E VALPARAISO 625 franqueza que en sus juicios sobre el punto ostentó el pundonoroso jefe del "Lautaro" exacerbó la odiosidad que contra éste imperaba desde antes sordamente en el ánimo de Cochrane. Y oigamos, sobre esto, lo que nos refiere un autor que ha tenido a la vista los cu– riosos documentos originales en que consta esta nueva cuestión. "Hubo, dice,_ a propósito de este incidente, un cambio de cartas entre lord Cochrane y el capitán Guise; cartas que son notables por la habilidad con que están escritas. Gui e sobrepuja al · lord, por la superioridad de su causa, que le permite elevarse en sus conceptos 8 nociones más latas que las preocupaciones del dinero; y por un sentimiento de dignidad individual que no decae en pre– sencia de su jefe. El punto fue hábilmente debatido, por ambos, aunque con alguna crudeza. Guise le hizo cargos sobre las condi– ciones morales de las personas que lo rodeaban". "En cuanto a vuestras sugestiones - le contestó el almirante- respecto del ca– rácter de los individuos que me rodean, os diré que son superfluas, porque conozco a éstos profundamente, así como conozco el carác– ter, las acciones secretas, y aún las confabulaciones de aquellos que menos lo sospechan". Guise vió en esas palabras una ofensa de honor, y le replicó: "De las tramas a que alude su señoría, no hago caso alguno, ni acostumbro dirigir mi conducta a la chismo– grafía de cada día. Aunque no haya sido tan conspicuamente cono– cido como su señoría, ni mi fama haya circulado en el mundo, ni circule acaso jamás tanto como la de su señoría, he mantenido, sin embargo, mi dignidad de hombre y mi deber de jefe, durante bastantes años; mucho antes, sin duda, según parece, de que mi nombre llegara a oídos de su señoría -para ser confundido en la oscuridad de una nocturna traición. Sobre este punto, su señoría ten– drá ocasión de hablarme personalmente y con menos misterio''.– Estas palabras (agrega el autor enumerado) envuelven la insinua– ción de un desafío; y de aquí arranca sin duda la tradición, que fue aceptada por los contemporáneos, de que los dos jefes concer– taron un duelo a muerte, que se resolvió, de común acuerdo, en el puente de la "Esmeralda", en la noche de su imponderable asalto. De este modo -concluyó- se fueron ahondando las divisiones a bordo de las naves, y preparándose el desenlace de los graves sucesos que se verificaron (sic) algún tiempo después. Cuadro de luz, mezclado de sombras, la historia de aquella gloriosa escuadra que paseó su enseña desde Valdivia hasta Guayaquil, no será bien comprendida, sino descendiendo a esos oscuros detalles, que ilumi– nan los destellos de dos hombres ilustres" (21). (21) G. Bulnes, op. et vol. cit., págs. 295 y 296 .
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