Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
632 GERMAN LEGUIA y MARTINEZ sublime el espectáculo. Eran, exactamente, las doce. Momentos des– pués, esa hermosa parvada de velas, semejante a otra nívea de ágiles gaviotas que hubieran abatido el vuelo sobre la esmeralda líquida de nuestro mar, daba fondo a cuatro o cinco mil metros de la línea de tierra, que era la de los fuertes. Todo anunciaba una embestida feral e inmediata, cuando, ¡oh sorpresa para los presuntos atacados!, la almiranta dió al vuelo de las brisas la aquietante enseña blanca; desprendióse de aquélla una falúa; y en ésta embarcóse un oficial, que a su vez ostentaba a popa la grímpola de parlamento ... ¿Qué significaba ésto? V Tan seguro venía Cochrane al Callao del poder y eficacia de sus cohetes; tan convencido de su potencia fulmínea y destructora; tan poseído de que, en el intante mismo de utilizarlos, serían los efec– tos tan ·rápidos, tan desastrosos, tan aniquiladores de toda preven– ción, escudo y defensa -que, meditando, desde antes, en esa ino– pinada e instantánea barrida de sus adversarios, convertidos en cenizas, sin aguardarlo, en un periquete; sintió en el alma el escozor de un anticipado remordimiento. El era un nuevo Júpiter, armado del rayo exterminador; y la desventurada flota hispana, una víctima inconscientemente destinada al sacrificio, inerme, maniata– da, sumida en la más absoluta impotencia. Compasión noble inva– dió las sombras de su espíritu; y, por una de esas impulsiones generosas que en él iban parejas con los sentimientos más ras– treros y contradictorios, decidió no efectuar la acometida mortal, promisoria de su triunfo, sin antes advertir al enemigo, ciego, de la ruina a que necesariamente se expondría, con retarle y empeci– narse en la resistencia. Velozmente concibió el pensamiento de proponer a los españoles un reto caballeroso, en que, midiéndose por igual las fuerzas y el denuedo de uno y otro bando, como, en un legendario día el duelo entre Horacios y Curiacios, resolviera definitiva y llanamente el conflicto latente entre la servidumbre y la libertad; y, aceptado o nó, ei de advertir a los contendores de las horrorosas consecuencias que de su capricho y pertinacia habrían de surgir. Voló su pluma, y expidió la siguiente carta oficial, cuyo didez y puerilidad, y refiere maliciosamente el primer ataque (que él deno– mina "reconocimiento"), el 1 ~ de octubre. De los documentos que se insertan después, muy especialmente de la nota suscrita por el virrey, aparece que ese "primer ataque" fue, como nosotros lo exponemos, el 29.
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