Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
636 GERMAN LEGUIA y MARTJNEZ consumada, con toda precaución y seriedad entrando en acción la escuadra entera, con el mismo lord. Era de noche. Un cielo encapotado y triste extremaba la densi– dad trágica de las tinieblas; ya eran pasadas las dos de la madru– gada (16), cuando la escuadra (que se esperaba destructora y letal) púsose en movimiento. Cochrane en la "O'Higgins", quedóse en la línea exterior con el "San Martín", el "Lautaro" y la "Independen– cia", a la espectativa del resultado, listo para coger a cualesquiera naves fugitivas, sin incidir en la tacha de descuido que, en la rada de Aix (Rochefort), había él mismo enrostrado diez años antes al almirante Gambier (1809). Tan convencido se encontraba del feliz éxito que adoptaba tranquilo, de aquel modo, la actitud espectante del felino, agazapado en avizora guardia para con la próxima presa. Tres buques perdiéronse fantasmagóricamente en el seno de las sombras, arrastrando, como caudas, sendos calabrotes, a que atá– banse otras tantas embarcaciones menores cargadas de cohetes. Iban en línea y en el siguiente orden: a vanguardia, el "Galvarino", comandante Spry, remolcando la balsa-mortero de Guillermo Miller; seguidamente el ''Pueirredón", comandante Prunier con un tesoro de bombas y repuestos, y su respectivo remolque, repleto de cohetes, a las órdenes del bravo y experto capitán Hind; y ,en fin, el "Arau– cano", comandante Crosbie, encargado de remolcar la lancha del teniente coronel J. Charles, fautor primordial de esa pretensa catás– trofe bélica. IX No eran, las embarcaciones menores de que aquí se habla, lan– chas cañoneras, como alguien ha dicho (17); sino verdaderas "bal– sas" fabricadas, de modo espedal y armónico con su objeto, a semejanza de las que, con largos y gruesos troncos (por eso llamados :•palos de balsa"), nuestros pescadores y matriculados de marina "amarran" y "arman" momentáneamente en la costa setentrional del Perú, muy en particular los indios de las caletas de Sechura, San José, Santa Rosa y Pimentel. Miller actor en la inolvidable jornada -inolvidable, aunque frustrada- nos ha dejado su descripción (16) Ningún autor da la hora precisa del ataque, Bulnes refiere que éste se emprendió "a hora determinada", sin decir cuál fuese esta última (pág. 309, vol. cit.). Hemos llenado tal vacío, deduciéndolo de la duración de esa lid inofensiva para los españoles; y de la aserción de Miller acerca de la retirada, efectuada, dice, cuando "la luz del día principiaba a dejar percibir los objetos", (lot. cit.) (17) V. a Bulnes, op. et vol. cit., pág. 309.
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