Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
652 GERMAN LEGUIA y MARTINEZ blación. El cuerpo del paraleJogramo constituíanlo el despoblado interpuesto entre villa y puerto, y sus sinuosos cambiantes méda– nos. Siendo éstos de poca elevación, fácil es concebir el fortín ri– bereño como un punto dominante respecto del mar y del manto -arenoso siempre plano, aunque imperfecto, extendido a su frente. Ello supuesto, Guise, como se acaba de decir, dispuso el de– sembarco de sus trescientos cincuenta hombres, en este orden: un pelotón de veinticinco marineros, a órdenes del teniente Robertson; y otro, con igual número, al mando del teniente Gibson -en total, cincuenta individuos de la "Lautaro"- secundados por una reserva también, de marinería, a cuya cabeza iría el capitán Sowersby, desem– barcaría en un punto meridional, fuera de tiro, y se dirigiría a embestir y capturar el fuerte. Charles y Miller, con sus infantes ( d-e las guarniciones) bajarían a tierra simultáneamente, y procurarían emplazarse, en forma rápida, entre el puerto y la población de Pisco (la misma en que, sabiase, existían tropas regulares), en guardia y a la espera de las fuerzas que, con el mariscal de campo González, pudieran acudir a rechazar la invasión. Creyóse que, o la columna comandada por éste último no sería de gran consideración; o que, caso de serlo, hallaríase en el poblado, en la ignorancia o el descuido de lo que pasara en la ribera. No era así, desgraciadamen– te; y la suposición, como ya se expuso, costó más sangre de la que los patriotas habrían derramado, si sus cálculos cumpliéranse a la letra. VI Con efecto, cuando, ya a plena luz (por el prematuro amanecer de los días de noviembre en esta costa), las naves patriotas pene– traron en la bahía a las cinco y media de la mañana, su presencia fue inmediatamente notada desde el propio pueblo de Pisco, sin necesidad del aviso que, incontinenti, se envió a González por las autoridades de la rada y de su fortaleza. Ipso facto, el mariscal tomó posiciones, y se aprestó para recibir y repeler la osada inva– sión. En el altozano, a su derecha, colocó sus cuatro piezas de arti– llería y un pelotón de caballería que las protegiese. Puso su centro en la entrada de la población, con la mayor parte de la infantería. Emplazó, por fin, su izquierda hacia el despoblado interyacente, a la vez con infantes y caballos (como una continuación de la línea inicial partiente del fuerte y su guarnición), listos para acudir en apoyo de éstos últimos en el instante conveniente.
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