Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
VALDIVIA.- LA GORRA DE VIDAL 677 vese trepar a las alturas, llegar y penetrar en el Inglés, a las colum– nas de soldados con que el fortín dador de alarma es reforzado por sus vecinos, precaución en contra de cualquier dañoso y audaz inten– to. Esas columnas se disponen luego en batalla, sobre una línea domi– nante de la caleta o aguada, en este orden :cincuenta hombres sobre la muralla y trescientos en la terraza posterior, que da al declive rá– pido de la costa; sólo que tal operación practícase en actitud mera– mente espectativa, salvaguardia o previsión postergatorias de toda real y efectiva ofensa. Pero, en ese mismo instante (4.h.P.M.) un bote de desembar– co, oculto hasta entonces a sotavento de la flotilla, se larga de popa y queda a la vista. Verlo, y estallar rugiente una andanada de la ba– tería, es todo uno. Certera bala hiende el casco del ''Intrépido", y lo traspasa de banda a banda matando a dos hombres. Setenta y cinco soldados descienden, arma al brazo y bala en boca, hasta la Aguada misma, dispuestos a impedir un desembarco (23). Cochrane, transfi– gurado y furioso, da con su potente bocina los esperados gritos de zafarrancho y "a tierra!". Frenética actividad se desata a bordo. Todo dispuesto ya, el almirante aguarda la noche. El sol se oculta magnífico en las pro– fundidades de lejanos horizontes. Se extienden las pálidas tintas del crepúsculo, y comienza la épica acción, pasmo de la historia ... Son las seis y media de la tarde del 3 de febrero de 1820. Va pronto a anochecer ... XII Despreciando o desafiando leva y resaca, que en esos instantes son horrendas, parten, camino de la abrupta ribera, las tres únicas embarcaciones sutiles de la binaria miserable flota, a saber, dos lanchas y un esquife. Métese en éste Cochrane, para llevar la direc– ción y dar el ejemplo; pero, al desatracar la barquichuela del almi– rante, ya ha tomado la vanguardia una primera lancha, la de la "Montezuma", en que, a la cabeza de cuarenta y cuatro hombres (entre marineros y soldados) va, gozoso y entusiasta, el convale– ciente mayor Miller. El almirante cree mejor detenerse hasta des– pedir la totalidad de su hueste. El furibundo olear de la resaca juega con la embarcación avanzable como con una cáscara de nuez, y amenaza estrellarla contra las desgarradas peñas; las algas marinas (23) Contados por los patriotas uno a uno, porque, dice Miller, también "iban, uno a uno, por la estrechez y escabrosa senda que conduce a la cale ta" : loe. cit., pág. 215.
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