Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
678 GERMAN LEGUIA y MARTINEZ de la orilla, en enrevesado cúmulo, opónense al empuje de los re– mos, que se atracan y aprisionan en la marcha de la vasta red; y apenas si se puede proseguir. El fuego que los adversarios despiden sobre los presuntos asaltantes, es espantoso; y las condiciones de marcha tan fatigosa y paciente, expone las fuerzas patriotas a toda clase de peligros. Algún soldado es muerto; cinco más resultan he– ridos; los proyectiles bandean el endeble casco, que comienza a ha– cer agua por sus heridas; y el timonel, inutilizado por un balazo que le despedaza el hombro diestro, deja la dirección del gobernalle. Miller coge un remo excedente y reemplaza, sentado sobre él al mal– trecho oficial; pero lo incómodo y resbaladizo del asiento oblígalo a largar el madero en cuestión, y colócase en el plano inferior, don– de, instantes después de instalado, recibe un proyectil que le aguje– rea diametralmente la gorra, y ráspale y ensangriéntale la convexi– dad superior del cráneo. El bizarro inglés, que hasta ese momento no se ha preocupado de hacer un solo tiro, da la voz de ¡''fuego"!; estimula a sus remeros, que ya excitan y aflojan en la faena, irguién– dose ante ellos pistola en mano; la lancha gana la playa; y, mientras unos devuelven el tiroteo, otros desembarcan, se agrupan y disponen entre los matorrales de la costa. Puesto el pie en ésta por todos, Miller impele sus cuarenta hombres, ya mermados, a la bayoneta. Los setenticinco realistas de la orilla vuelven caras y, saltando a la corza, se refugian en el Inglés. Los vencedores se estacionan en el paraje conquistado, o sea en la Aguada, y allí aguardan el arribo de sus compañeros. Una hora más tarde atraca la lancha del "Intrépi– do". Trescientos cincuenta patriotas han pisado al cabo el suelo te– mido de la plaza fuerte hasta esa fecha reputada inasible. Las tinieblas hanse extendido sobre tierra y mar, y una noche negra cae pesada sobre el hemisferio envolviéndolo todo, ahogando la visión, y como acallando, deprimiendo la vida. XIII No es ésta una circunstancia que atemoriza a los invasores, cuyo excelso capitán ha anhelado, cabalmente, esa lúgubre oportunidad para atentar su bélica maravilla. El ojo experto, la mirada de águila del almirante ha palpado, en el reconocimiento del 18 de enero, que el punto único de acceso es la Aguada de los ingleses. Pues en ella ha afirmado la planta su entusiasta hueste. Ha visto, asimismo, que las fortalezas más fáciles de asaltar, por lo abierto de su gola y sus débiles valladares hacia el lado de tierra, son las merídionales o de la derecha. Pues sobre
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