Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
680 GERMAN LEGUIA y MARTINEZ asciende lejos todavía. A la consigna trasmitida secretamente desde la cabeza de la columna, rompe esa cola en tiros al aire y vivas en– sordecedores, que en el acto provocan los fuegos de cañón y de fusi– lería del fuerte, hacia el rumbo en que han estallado tiros y voces. Los proyectiles realistas pasan por todo lo alto, sin causar el menor perjuicio, ora por la interpósita curvatura del barranco; ora por la oscuridad, que marra la certera puntería. La vanguardia, aunque organizada a medjas, se lanza entonces sobre el trasero glacis de la fortaleza, en que han persistido, desde aquella tarde, las tropas esta– cionadas con vista a la Aguada y su senda. Vibra la cometa de van– guardia al toque de "¡a la bayoneta!", y los recién venidos a_rremeten como leones. Los realistas de fuera se desbandan, corren, se intro– ducen en el castillo, y esconden su fuga en él, juzgando, no sin razón, que lo inexpugnable del baluarte hará toda intentona de penetración imposible. Truena silbadora la fusilería. Miller y su gente buscan un punto de ascensión, sin encontrarlo. La única escala --esa que ha servido para salvación de los fugitivos de la explanada- ha sido seguidamente retirada y elevada por éstos. Sobrevienen momentos terribles de vacilcaión. Se inicia mutuo tiroteo. Los patriotas toman posiciones. Llega el grueso de la tropa con Beauchef. Los españoles se dedican por entero a hostilizar el paraje único en que pueden estar y están los independientes. Su confianza y su soberbia van parejas. Vendrá la luz del día, y, reunidas las guarniciones de todas las foralezas meridionales, acabarán con los audaces, con los pre– suntuosos, con los atrevidos ... XV Los minutos trascurren angustiosos y solemnes. Témese ya fra– casr>.da Ja empresa, y hasta piénsase en el asalto sangriento, sacri– ficador de esas vidas preciosas, cuando, en lo recóndito del castillo, resuena una voz amada y conocida con el eléctrico grito de ¡viva la patria!, y rompe con ella descarga cerrada que en un instante cam– bia el aspecto desfavorable de las cosas. El clamor loco, inconfundi– ble del pánico -voces, carreras, confusión y desorden espantosos-, evacuación indudable del fuerte, vertiginosa huida de pelotones sin reflexión, moral ni disciplina- suceden a esa descarga súbita, cuya explicación no se encuentra, cuya prcoedencia se palpa, pero se ig– nora ... ¿Qué ha sucedido?
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx